miércoles, 2 de julio de 2008

OTRA VEZ LA MENTIRA

Francesc-Marc Álvaro

Los forjadores del nuevo frente nacional quieren que pensemos que el castellano corre peligro en España

Sostiene Jonathan Swift, a propósito del arte de la mentira política, que "la falsedad vuela, mientras la verdad se arrastra tras ella, de suerte que cuando los hombres se desengañan, lo hacen un cuarto de hora tarde". Ayudemos, pues, modestamente, a acortar la duración de la mentira, algo que en las Españas no viene nunca mal, sobre todo cuando todavía hay quienes se emperran en divulgar cuentos chinos sobre los muertos del 11-M. Pero la mentira no tiene partido fijo, es adoptada por todos los bandos, según el momento. La última mentira la ha impulsado el pequeño partido Unión Progreso y Democracia (UPyD), de Rosa Díez, y ha sido suscrita, de momento, por el Foro de Ermua, el PP (con Cospedal asegurando que "es un disparate que se nos perciba como un partido anticatalán"), el diario El Mundo,Telecinco, Telemadrid y varios intelectuales y políticos. La mentira va embuchada dentro de lo que llaman Manifiesto por la lengua común.En este papel se reedita, por enésima vez, el embuste que ya alumbró, en enero de 1981, el modelo matriz de este tipo de operaciones, el Manifiesto de los 2.300.Al cabo de los años, tras varias proclamas similares y tras la creación de dos partidos (Ciutadans y UPyD), el mismo personal vuelve a la carga. Es una mentira tan colosal que, para formularla, sus artífices deben dar un rodeo considerable. Así, como no podría ser de otro modo, admiten lo obvio, que el castellano "goza de una pujanza envidiable y creciente en el mundo entero". Pero ello, de manera incoherente, va acompañado, en su caso, de "inquietud política" sobre el papel del castellano "como lengua principal de comunicación democrática en este país" y en relación con "los derechos educativos y cívicos de quienes la tienen como lengua materna o la eligen con todo derecho como vehículo preferente de expresión, comprensión y comunicación". Dejando a un lado el extravagante concepto de "lengua principal de comunicación democrática", lo que el nuevo manifiesto trata de expandir es la falacia de una supuesta "discriminación, marginación o minusvaloración de los ciudadanos monolingües en castellano". Cualquier observador exterior que viaje por España se da cuenta de que es precisamente todo lo contrario. Es el hablante de las otras lenguas españolas (catalán, euskera y gallego) el que ve limitados sistemáticamente sus derechos lingüísticos individuales, en sus relaciones diarias con poderes públicos y empresas privadas. Es el hablante de las otras lenguas el que acaba siendo un ciudadano de segunda. Por no hablar de la criminalización descarada que sufren los idiomas minoritarios. Valga como ejemplo el lamentable chiste que Mingote publicó en el diario ABC el 24 de junio. Detrás de un chico haciendo codos, vemos a unos adultos que comentan lo siguiente: "Estudia en euskera. Es una víctima del terrorismo aunque él todavía no lo sabe". ¿Cómo puede ser que se insulte gravemente a todos los hablantes de una lengua y el fiscal no actúe de oficio? Así está el patio. Jiménez Losantos, como muchos sabemos, es sólo la punta del iceberg de una inercia de odios y demagogias que supuran tanto a derecha como a izquierda. No en balde Fernando Savater, líder de esta causa, fue el primero que unió al popular Mayor Oreja con el socialista Redondo Terreros. La obsesión enfermiza por el imperialismo identitario, propio de los nacionalistas que disponen de un Estado a su servicio, está llevando a ciertos intelectuales a olvidarse de lo que interesa a la gente, a la vez que ignoran que caminamos hacia sociedades complejas con muchas identidades cruzadas. Mientras el CIS señala que lo que más preocupa a los ciudadanos es la situación económica y el desempleo, los forjadores del nuevo frente nacional quieren que pensemos que el castellano corre peligro en España. Sería mejor que este personal empezara por reconocer que su verdadero objetivo es lograr que España sea un calco de la Francia unitaria y jacobina donde todo lo que no es "lengua común" merece ser calificado de patois y enviado al infierno. El problema es que Savater y sus amigos llegan con más de 200 años de retraso. Como ha escrito Ramoneda - nada sospechoso de nacionalista catalán- "no deja de ser un poco obsceno - o abusivo- que el único de los nacionalismos triunfantes de todos los hispánicos, es decir, el único que ha conseguido pasar de potencia a acto y tener un Estado, sea también el único que se niega a reconocerse en la condición de nacionalista". Comento estas miserias con el amigo y escritor valenciano Rafa Gomar, que no lo tiene nada fácil para vivir y crear en su lengua materna. Nuestra principal lengua común no es la misma a la que se refieren los firmantes del manifiesto y, sin embargo, nos entendemos. Y no somos los únicos.

Este artículo fue publicado en "La Vanguardia"

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