domingo, 12 de octubre de 2008

EL CATALÁN DE LA GUARDIA CIVIL

LA MIRILLA (La Vanguardia 12 Oct. 2008)

Las deliberaciones del Tribunal Constitucional sobre el Estatut están ya muy avanzadas, como publicó este diario el pasado jueves. De los debates se desprende que los magistrados rechazan la obligatoriedad de conocer el catalán. Sin embargo, rebuscar en la historia siempre proporciona paradojas, algunas muy curiosas, como esta que sigue: al crearse la Guardia Civil, en 1844, se organizó inicialmente en tercios, compuestos estos por compañías y escuadrones. El segundo tercio correspondía a Catalunya, con sede en Barcelona. El general director elevó entonces una propuesta al ministerio en la que pedía que el segundo tercio "por la índole particular de las provincias catalanas que lo componen, nadie que no posea la lengua del país debe tener entrada en él". La propuesta fue aprobada y dio lugar a la real orden de 24 de agosto de 1844, cuyo original está en el Archivo de Segovia. Lo que entonces resultaba lógico para la Guardia Civil no lo es ahora para los jueces del Constitucional.

sábado, 11 de octubre de 2008

SERRAT Y MONTILLA EN MÉXICO

Serrat pide a Montilla y Zapatero 'paraules d'amor' en financiación
1. • El artista invita en México a ambos dirigentes a entonar su canción y pactar
2. • El 'president' responde que hará falta algo más que música romántica

EL PERIÓDICO (10/10/2008).

MONTERREY / ENVIADO ESPECIAL
El eco del árido y espinoso debate sobre la financiación de Catalunya llegó la noche del miércoles nada más y nada menos que hasta la ciudad mexicana de Guanajuato, cuna de las primeras revueltas que condujeron a la independencia de México.
En la explanada de la Alhóndiga de Granaditas, donde los insurgentes infligieron en 1810 la primera derrota a los españoles, el cantante Joan Manuel Serrat invitó públicamente a los presidentes José Montilla --que seguía el concierto en primera fila-- y José Luis Rodríguez Zapatero a cantar a dúo su célebre Paraules d'amor antes de sentarse a negociar sobre la financiación autonómica. Terminado el recital, ya en el camerino, Montilla respondió a Serrat que él no tiene problema alguno en empezar a ensayar la tonada romántica, pero cree que hará falta más que eso para sellar un acuerdo satisfactorio.
El cantante barcelonés inauguró con su espectáculo 100x100 Serrat el Festival Internacional Cervantino de Guanajuato, uno de los certámenes escénicos más importantes de América Latina. Antes de empezar su recital, Serrat explicó al auditorio que los catalanes hablan en catalán porque es su lengua propia, no porque sean unos tipos raros o caprichosos. La mayoría de las miles de personas que abarrotaban la Alhóndiga para rendir pleitesía a Serrat --muchas de ellas hicieron casi 12 horas de cola a la puerta del recinto para asegurarse un asiento, ya que la entrada era gratuita-- no debieron de entender la irónica dedicatoria del segundo de los tres bises que concedió el artista. Pero la celebraron igual.

DEDICATORIA A MONTILLA
Hacía muchos minutos ya que el público reclamaba en vano Paraules d'amor, entre otros clásicos del nano. Pero el artista parecía hacer caso omiso a las voces que reclamaban este o aquel título. Hasta que en el segundo bis, y mientras el pianista Ricard Miralles pespunteaba las notas de Paraules d'amor, Serrat dijo: "Quiero dedicar esta canción al presidente de la Generalitat de Catalunya..." Hizo aquí una brevísima pausa cargada de intención, y entonces remató: "...para que la cante a dúo con el presidente del Gobierno español cuando discutan sobre los presupuestos".
Montilla, sentado junto al gobernador del estado de Guanajuato, Juan Manuel Oliva, y al vicepresidente catalán, Josep Lluís Carod-Rovira, encajó la ironía con una sonrisa impasible. Una vez terminado el concierto, en el camerino del artista, el president replicó, también con ironía, a la sugerencia recibida: "No tengo inconveniente en ponerme a ensayar, pero me temo que para resolver el asunto de la financiación hará falta algo más que eso".

MELANCOLÍA INDEPENDENTISTA
No fue esta la única chispa catalana en la velada guanajuatense. Tras el concierto, en un cóctel ofrecido en el museo de la Alhóndiga, dedicado a las gestas de la insurgencia mexicana contra España, el director del Institut Ramon Llull, el independentista Josep Bargalló, contemplando los murales, suspiró: "Aquí va a disfrutar el vicepresidente Carod".

viernes, 3 de octubre de 2008

LA DEFORMACION DE LA REALIDAD

Lluís Foix

El primer paso para deformar la realidad es el cambio del sentido de las palabras
Además de sus actos y sufrimientos, la guerra es un torrente de palabras. Es la percepción de Adan Kovacsics que en Guerra y lenguaje (Acantilado) siente escalofrío cuando a la crueldad de un enfrentamiento se suma la frivolidad verbal. Vivimos tiempos en los que sutilmente estamos perdiendo la fe en las palabras y sin fe en las palabras se tiende a abandonarlo todo, a la confusión general, a estar rodeados de un nuevo analfabetismo que nos conduce a las consecuencias de perder el sentido del lenguaje.

No quiero referirme solamente a la tozudez del Gobierno Zapatero en desconocer la palabra crisis, como consecuencia de los adversos datos económicos que día sí y otro también están apareciendo en las pantallas de la economía española. Si el Gobierno niega la crisis y la endulza con palabras más suaves, menos categóricas, está tirando piedras sobre su propio tejado. La gente experimenta la crisis que ha llegado y no entiende por qué el Gobierno la niega.

El primer paso para deformar la realidad es el cambio del sentido de las palabras. Lo dijo Montaigne hace casi cinco siglos y lo repitió más recientemente Lewis Carroll, el autor de Alicia en el país de las maravillas.No se teme la crisis sino su negación.

Y lo que es más inquietante es el olvido de lo que se dijo, el sentido que tenían las palabras hace unos meses en comparación con las mismas que ahora se utilizan y que con frecuencia dicen exactamente lo contrario. Ya sé que puede parecer una quimera pero los políticos y, por supuesto, los periodistas, deberíamos recuperar la lengua. La salvación nos llegará por la escritura y por el lenguaje. Podremos resistir si reestructuramos la lengua para evitar perderlo todo.

Cambiando de registro, estamos otra vez con la protección de la lengua castellana, que ya es la tercera lengua en internet y goza de una salud espléndida. También en aquellos territorios que tenemos el privilegio de ser bilingües. La lengua, escribió Nebrija en el prólogo de su Gramática,siempre acompaña al imperio. Ambos han nacido, crecido y prosperado juntos. La lengua mayoritaria, la imperial si se quiere, no se puede tocar. Los idiomas pequeños son marginales. No.

Pueden ser marginales pero son tan importantes como las lenguas grandes. Cada lengua contiene, según Steiner, no solamente una carga de memoria singular de lo que se ha vivido, sino también una energía evolutiva de su futuro, una potencialidad del mañana. La muerte de una lengua es irreparable, reduce las posibilidades del hombre. El castellano no morirá por muchas que sean las alarmas que siembren los intelectuales de postín.

El catalán sí que peligra. El defender su presente y futuro no es cuestión de territorialidad. Es la defensa de un patrimonio que tenemos quienes también escribimos, casi habitualmente, en castellano.
Publicado en La Vanguardia

ESPAÑA FEDERAL, ¿PORQUE NO?

Otro punto de vista. (PB)

Escrito por José Manuel Balbuena Castellano
miércoles, 04 de julio de 2007 EL PAIS

Uno a veces se pregunta qué es España y no obtenemos una respuesta clara. Es, desde luego, un país complicado donde quedan restos feudales, resabios nacionaleros, posos fundamentalistas y digestiones mal hechas y poco metabolizadas. De todas formas, creo que los padres de la patria erraron bastante al elaborar la Constitución. Es un conjunto de buenas intenciones y no define realmente lo que es esta nación. A lo mejor no le viene mal un repaso y una buena reforma.
Tenemos un país, dividido en parcelas, llamadas autonomías, unas “históricas”, otras separadas quizás de las anteriores y algunas “histéricas”, con aspiraciones de convertirse en entes soberanos y con personalidad propia. Pero esas autonomías tienen un parlamento, un gobierno, un presidente, unos ministros (aunque se llamen consejeros) y poseen poder para legislar. O sea, actúan como un auténtico estado. Se comportan, pues, como un “estado federal”. ¿Por qué entonces andamos siempre con eufemismos y no llamamos a las cosas por su nombre? ¿Por qué al elaborar la Constitución, no se dijo claramente que España es un estado federal? Si funcionáramos como un verdadero estado federal tendríamos muchas ventajas, de la misma forma que la tienen Suiza, o Alemania, que son los ejemplos más evidentes de federalismo en Europa. Suiza es un país múltiple. Tiene cuatro idiomas, los cantones (que es como se llaman las parcelas que la conforman) son muy diferentes, con sus propias costumbres y sus leyes; profesan diversas religiones y viven un estado laico. Y no pasa nada. Nadie habla de desmantelamiento de la nación ni dice otras simplezas que se oyen en España para desgastar al gobierno vigente. Sin embargo en Suiza, los ciudadanos, sean del cantón que sean, se sienten "patriotas" y orgullosos de ser suizos, de su bandera, de su himno y de sus peculiares valores cantonales. Y, por supuesto, no existe “el nacionalismo”. Eso sería una perversión encaminada a la desintegración de la nación.
Si España fuera un estado federal, no existiría “el nacionalismo”, que no tendría sentido y supone hoy en día en España una auténtica lacra. Así que sobrarían el PNV, CiU, el BNG, Esquerra Republicana, e incluso el seudo partido nacionalista canario, conglomerado de pequeños partidos caciquiles o insularistas que nos están empujando al caos.
Los partidos nacionalistas puros, como su nombre indica, lo que persiguen es “una nación”, una secesión, y atentan contra la unidad de la patria y contra la Constitución. La España federal sería un estado respetuoso con las lenguas vernáculas, con las costumbres y tradiciones regionales, con una visión política responsable y solidaria, y comprometida con la consecución del bienestar de la ciudadanía.
Ahora bien, poner de acuerdo a unos españoles acostumbrados al zancadilleo, a las guerras civiles, a la envidia, a la anarquía y al individualismo, para convertirlos en seres del siglo XXI y ofrecerles un estado moderno, es una tarea ardua. Los españoles no han estado nunca unidos ni se ha formado una nación compacta, como cuenta en su libro “El pedestal de las estatuas” Antonio Gala. La pretendida unidad de España propiciada por los reyes Isabel y Fernando fue un remiendo obtenido, basándose en la represión, las imposiciones, expulsiones de personas de otra raza u otra religión, y de pasar por la piedra de la Inquisición, de las mazmorras y la horca a todos los rebeldes, díscolos y herejes. Si, España es muy diferente.

DEFICIT FISCAL Y ESPAÑA FEDERAL

Él título de este artículo decía que en el Ministerio de Economía se habían vuelto locos. Creo que se puede localizar mejor bajo el tema de déficit fiscal y España federal. Esto artículo ya tiene unos meses. Había quedado rezagado.
Hoy es un día importante para el afianzamiento en España de una mentalidad federal


Enric Juliana | 15/07/2008 | Actualizada a las 09:27h La Vanguardia

La secretaría de Estado de Hacienda da hoy a conocer las denominadas balanzas fiscales, fotografía aproximada (no existe un único método de cálculo) del balance fiscal de cada una de las comunidades autónomas con el Estado. En pocas palabras: el balance de la solidaridad territorial. Su publicación es un acontecimiento importante.

• El déficit fiscal catalán entre 2002 y 2005 fue de 16.735 millones
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Cuenta un economista madrileño que ha desempeñado importantes cargos en la Administración pública, que siendo estudiante, allá en los años sesenta, redactó una tesina sobre las balanzas fiscales. A final de curso entregó el trabajo a su catedrático y este, muy excitado, exclamó: "¡Pero se ha vuelto usted loco, a quién se le ocurre abrir la caja de los truenos!". Cogió la tesina y encerró bajo llave aquella primera aproximación al mapa de la solidaridad interna en tiempos de Franco, en tiempos de la 'sana rivalidad regional'.

Hoy el Ministerio de Economía y Hacienda se ha vuelto loco, en el supuesto de que aquel precavido catedrático madrileño tuviese razón al considerar un peligro la divulgación de lo que cada región o autonomía aporta y recibe en términos fiscales.

La publicación de las balanzas fiscales no sólo preocupa en España. Algunos estudiosos del federalismo sostienen que la publicidad de este tipo de datos puede debilitar los lazos de confianza federal, favoreciendo el egoísmo y la infantilización del debate político. "Cuántas cosas podríamos hacer con el dinero que cedemos a la caja común, si nos lo quedásemos, ¡qué bien viviríamos!", pensarán hoy algunos, en Catalunya, en la Comunidad de Madrid o en Baleares. En el País Vasco y Navarra no lo pensarán, puesto que en buena medida ya lo practican: su régimen fiscal es el único privilegio realmente existente en España. Antes de caer en el infantilismo, sin embargo, habría que recordar la existencia de las balanzas comerciales –el intenso flujo interregional-, fiel reflejo de la importancia que sigue teniendo el mercado interior español, pese a la internacionalización de la economía. (Al respecto es muy interesante consultar los datos de la web www.c-intereg.es).

Algunos detractores de las balanzas fiscales argumentan que son las personas las que pagan impuestos y no los territorios, de manera que no cabe hablar de balances autonómicos. Es esta una verdad a medias. Muy a medias. Las subvenciones europeas, por ejemplo, están destinadas a los territorios, no a las personas. España lo sabe bien. España ha sido la mayor receptora de los fondos y ayudas de la Unión Europea, siempre en base a criterios de renta territorial (imprescindible la consulta del libro "La mayor operación de solidaridad de la historia", de los economistas Miguel Ángel Benedicto y José Luis González Vallvé). Para entendernos, los alemanes no han subvencionado a personas, sino a territorios, como bien saben en Andalucía y en Extremadura.

En una democracia madura, los ejercicios de transparencia son beneficiosos, pese a los riesgos de infantilización del debate político. Quizá en el Ministerio de Economía se hayan vuelto locos, pero hoy es un día importante para el afianzamiento en España de una mentalidad federal. Que llegará. Poco a poco, llegará.

PIMPAMPUMCATALUNYA

La idea de este blog es la de seleccionar algunos artículos de la prensa cotidiana que tienen como transfondo el tema de la lengua, la cultura y la economía catalana, con el afán de darlos a conocer a los personas que, por uno u otro motivo, no tienen o no han tenido oportunidad de acceder a esta información y que tienen interés en conocerla.
La información que se recoge, como pueden observar, no siempre se hace de manera cronológica.

AUSTERIDADES

El País. Seccion Cataluña
JOAN B. CULLA I CLARÀ 19/09/2008

A estas alturas de los acontecimientos, parece superfluo consumir una gota más de tinta en la glosa del carácter complejo, planetario y severo de la crisis económica que nos aqueja, de lo imprevisibles que resultan el alcance y la duración de la misma, o de lo poco que puede hacerse para atajarla ya sea desde el Gobierno español o desde el Ejecutivo catalán. A pesar de ello, resurgen en el debate público los remedios caseros, las recomendaciones ejemplarizantes, los llamamientos cándidos -o falaces, que de todo hay- a la austeridad.

Ciertas críticas al presunto despilfarro de la Generalitat resultan ingenuas o abiertamente malintencionadas
Así, se rumorea que en el núcleo duro del Gobierno central han causado malestar y preocupación ciertas conductas recientes de otros miembros del Gabinete o del poder socialista, conductas tenidas por ostentosas o derrochadoras. Por ejemplo, que el presidente Rodríguez Zapatero utilizase un helicóptero de gran envergadura para visitar, el pasado 27 de agosto, las obras de la alta velocidad ferroviaria en Galicia. O que la secretaria de Organización del PSOE, Leire Pajín, se permitiese un crucero de una semana por el Mediterráneo durante sus recientes vacaciones. O que la titular de Igualdad, Bibiana Aído, haya decidido usar en el logotipo de su ministerio el color malva en vez del amarillo común a toda la Administración estatal, con el subsiguiente coste añadido. O los ya célebres implantes capilares con que el presidente del Congreso, José Bono, ha contrarrestado su calvicie. Al parecer, resurge en La Moncloa el espíritu del nunca bien ponderado Alfonso Guerra, quien, durante la crisis económica de los años 1980, conminó a los ministros del primer Gobierno de Felipe González a veranear -cito de memoria- "junto a la parienta, con el pañuelo de cuatro nudos en la cabeza y el botijo en la mano". Él, de todos modos, volaba en un Mystère de la Fuerza Aérea cuando le convenía visitar a su novia en Roma... También en Cataluña han comenzado a oírse voces de parecido tenor, apelaciones a la contención y al ahorro en los gestos y en ciertos gastos públicos. Hay quien ha visto los canapés y las copas de la recepción que el presidente del Parlament, Ernest Benach, ofreció la víspera de la Diada (nada distinto de lo que ocurre cada Sant Jordi por la mañana) como una muestra de ligereza y de insensibilidad ante los damnificados por la crisis. ¿Cómo es posible -se preguntan otros, con sorpresa sincera o impostada- que, en estos tiempos de vacas flacas, la Generalitat celebre el Onze de Setembre en Berlín, que potencie su delegación en París, que vaya a abrir otra en Nueva York? Más expeditivo, un portavoz de Ciutadans-Partido de la Ciudadanía ha pedido, directamente, que se suprima el Departamento de Vicepresidència, cuyo titular es Josep Lluís Carod Rovira, como medida de "austeridad ante la crisis"...
Bien, vayamos por partes. Como criterio general, es obvio que los recursos públicos son sagrados, que han de ser administrados con rigor y que cualquier sospecha de malversación debe ser denunciada en términos políticos o, si preciso fuere, judiciales. Dicho esto, tengo para mí que mucho deben empeorar los datos macroeconómicos para que Rodríguez Zapatero vuele en ultraligero, o siquiera en low cost. Que, sea cual sea la tasa de paro de septiembre, el ya cercano Doce de Octubre se celebrará en Madrid con la pompa y la solemnidad propias de tal ocasión. Que, diga Carod Rovira lo que diga, el Gobierno central no va a amortizar ninguno de sus 17 ministerios. Y que, aun si la economía entrase en recesión, el Reino de España no empezaría a cerrar embajadas y consulados para ahorrarse unos millones de euros. Es decir: los Estados modernos conllevan unas exigencias de prestigio y representación (¿cuánto debió de costar la reciente escapada del presidente Zapatero a Estambul, en pos de su Alianza de Civilizaciones? ¿Y la fiebre viajera de Sarkozy?), exigencias que son caras, sí, pero a las que ninguna crisis va a hacerles renunciar.
Es aquí donde ciertas críticas al presunto despilfarro de la Generalitat resultan profundamente ingenuas o abiertamente malintencionadas. Que, desde el establishment madrileño, hay quien considera la defensa de la identidad catalana un derroche suntuario, eso nos lo confirmó el otro día el vicepresidente Solbes al vincular la demanda de mejor financiación autonómica a los altos costes de TV-3, ese capricho, ese oneroso juguete. Pero, según parece, también en Cataluña hay ciudadanos que perciben la del Estado como la Administración importante y necesaria, la de verdad, la de toda la vida, y en cambio ven en la Administración catalana algo sobrevenido, superfluo, accesorio, un lujo que tal vez cabe permitirse en épocas de bonanza, pero cuya dimensión representativa debe ser reducida y minimizada en tiempos de estrechez como los actuales.
Pues miren, no. En todo caso, cuando a causa de la crisis el Instituto Cervantes recorte su presupuesto a la mitad, el Institut Ramon Llull podrá considerar medidas equivalentes. Y cuando las embajadas de España en el mundo bajen drásticamente de las 130 actuales, tal vez entonces la Generalitat deba reducir su media docena de delegaciones en el exterior. Y cuando, para ahorrar, el presidente Zapatero pase seis meses sin salir de España, será el momento de que Montilla y Carod recorten sus agendas de viajes al exterior.
Por lo que se refiere a los canapés y las copas, el hecho de que no me hayan invitado jamás a recepción oficial alguna en la Villa y Corte me impide establecer comparaciones precisas. Pero, con o sin crisis, no me imagino las cenas de Estado en el Palacio de Oriente servidas por Telepizza.
Joan B. Culla i Clarà es historiador.

A LAS ANDADAS

A las andadas El País
JOAN B. CULLA I CLARÀ 26/09/2008

Tras su XVI Congreso Nacional, celebrado en Valencia a finales del pasado junio, pudo dar la sensación de que el nuevo Partido Popular del señor Rajoy, de las señoras Cospedal y Sáenz de Santamaría, hacía una inflexión hacia la moderación y el centrismo no sólo en cuanto a la imagen o al estilo opositor, sino también en sus concepciones identitarias, en su modo de abordar el debate territorial, el carácter plurilingüe de España, etcétera. Reconozcamos que fue una impresión tenue, frágil, fugaz, fundamentada no tanto en afirmaciones positivas de los líderes citados como en los denuestos de la coalición mediática madrileña a cuya tutela Rajoy y los suyos parecían querer escapar. Pero, ya a principios de julio, la mayoría de los discursos pronunciados durante el XII Congreso del PP de Cataluña respondieron al canon españolista más ortodoxo. Al mismo tiempo, la rapidez con que el renovado vértice de los populares españoles se adhirió al llamado Manifiesto por la lengua común puso de relieve quiénes seguían dictándole la agenda y cuál era esa agenda. Con todo, aún quedaba algún atisbo de esperanza; por ejemplo, la decisión de la presidenta del partido en Cataluña, Alicia Sánchez-Camacho, de no suscribir aquel manifiesto, por considerarlo innecesario.

Mientras el PP cultive los prejuicios contra Cataluña, su cosecha de votos allende el Ebro será sin duda ubérrima
Con el comienzo del nuevo curso político, la hipótesis de que el Partido Popular pudiera y quisiera modificar sus actitudes tradicionales con respecto a las lenguas distintas del castellano, al autogobierno y a la financiación de Cataluña, esa eventualidad se ha desmoronado por completo. El pasado fin de semana, durante la clausura del XII Congreso del PP de Andalucía, el reelegido presidente de esta formación, Javier Arenas, tachó a los nacionalistas catalanes -que, para él, son todos los grupos excepto el PP- de "insolidarios" y "excluyentes", y advirtió: "Nuestra deuda histórica no puede depender de los nacionalistas".
No sólo eso. "Nuestra Andalucía no permitirá que Ibarretxe o Montilla influyan más que nosotros en España", dijo también el locuaz sevillano, antes de añadir: "Ni supuestos derechos históricos, ni balanzas fiscales, ni lenguas propias pueden restar derechos ni oportunidades a los andaluces. Iremos a los tribunales cada vez que un andaluz tenga una oportunidad menos por haber sido educado en castellano". Si tenemos en cuenta que el autor de estas frases es, además, vicesecretario -de política autonómica, nada menos- del PP estatal y que las pronunció arropado por un aquiescente Mariano Rajoy, deberemos concluir que se trata de doctrina oficial. O sea que la oposición conservadora española se propone agitar otra vez los antagonismos interterritoriales y cultivar la catalanofobia, como viene haciendo con uno u otro pretexto (el Estatuto, la OPA de Gas Natural, los papeles de Salamanca, Carod Rovira, etcétera...) desde que comenzó la actual década.
Hay más síntomas. En Aragón, donde el Gobierno que preside Marcelino Iglesias ha dado a conocer un anteproyecto de Ley de Lenguas en virtud del cual se fomentaría el uso del catalán como "lengua propia e histórica" de la franja oriental de esa comunidad, tal posibilidad ha sido tachada de "aberrante" por el presidente del PP aragonés, Gustavo Alcalde. Para éste, el borrador legislativo "pretende imponer como propia una lengua que no lo es" y "da cobertura al pancatalanismo expansionista de los que quieren apropiarse de una parte de Aragón". ¿El exabrupto anecdótico de un capitoste regional necesitado de votos? No lo crean: la joven y moderna Soraya Sáenz de Santamaría acudió rauda en apoyo de su correligionario maño y acusó al PSOE de ser "rehén" de sus pactos con las fuerzas nacionalistas, se sobreentiende que catalanas. ¿Les suena?
Es muy probable que, entre los dirigentes del Partido Popular, haya quien sostenga esas tesis por sincero convencimiento: Jaime Mayor Oreja, tal vez José María Aznar, no sé si el hoy apartado Ángel Acebes... El resto explotan el recelo y la hostilidad difusas hacia el catalán y hacia lo catalán como quien regenta un estanco y sabe que, existiendo un gran número de adictos al tabaco, la clientela está asegurada. Permítanme recordar algunos indicadores pasablemente objetivos. Según datos del estudio Cataluña en la España actual, dirigido por el profesor Joaquín Arango en 2000-2001 por encargo de la Generalitat, el 70% de los españoles consideraban que el catalán tendría que ser en Cataluña una lengua secundaria, y quienes concebían su enseñanza como algo meramente voluntario ascendían al 83,5%. Por entonces, gobernaba en España el PP, y en Cataluña, CiU.
En otro contexto político bien distinto, un sondeo hecho público esta misma semana asegura que el 46% de los españoles consultados creen a Cataluña beneficiada -han leído bien, beneficiada- por el actual sistema de financiación autonómica, frente al 24% que la consideran perjudicada. O sea, pasan las mayorías, cambian los gobiernos aquí y allá, se publican las balanzas fiscales, pero el prejuicio y el estereotipo permanecen incólumes, alimentados a diario por insidiosas campañas mediáticas que siguen al pie de la letra la célebre fórmula del doctor Goebbels: una mentira repetida mil veces (la persecución del castellano en Cataluña o la rapacidad presupuestaria de los catalanes) acaba pareciendo verdad.
Y bien, mientras el Partido Popular persista en cultivar tales prejuicios, en regarlos y abonarlos amorosamente, su cosecha de votos allende el Ebro será sin duda ubérrima. Pero la voluntariosa Alicia Sánchez-Camacho, como todos sus predecesores, seguirá pilotando un partido condenado a la marginalidad política e incapaz de contribuir a la victoria de Rajoy.
Joan B. Culla i Clarà es historiador.

CUATRO MIL

JOAN B. CULLA I CLARÀ 03/10/2008
El País (Sección Cataluña)

Primero, examinemos brevemente los antecedentes del caso. Desde hace casi tres décadas -más de una generación-, las prudentes políticas públicas con que los sucesivos gobiernos democráticos han tratado de restituir al catalán, al menos en parte, el estatus de lengua nacional moderna (de lengua escolar, de lengua institucional...) que habría adquirido por evolución natural, de no mediar un sinnúmero de prohibiciones legales y represiones manu militari desde Felipe V hasta Franco, esas políticas que hemos dado en llamar "de normalización lingüística" han sido objeto de un acoso y un hostigamiento político-mediáticos casi permanentes.
A la manifestación de Ciutadans contra la 'tiranía idiomática' asistieron el 0,05% de los catalanes
Alrededor de la tesis de que, al potenciar el catalán, se estaba persiguiendo el castellano y discriminando a sus hablantes, han circulado ruidosos manifiestos, se han constituido foros y plataformas, se han publicado miles de artículos tanto sesudos como banales, se han recogido firmas y celebrado mítines, e incluso se ha presentado una iniciativa legislativa popular. Entre 1993 y 1996, una campaña perfectamente planeada y con poderosísimos apoyos políticos trató de sublevar a las familias contra la inmersión escolar en catalán, un método que, además, fue denunciado en los juzgados y llegó hasta el Tribunal Constitucional. Al mismo tiempo, el por entonces líder de uno de los principales partidos políticos catalanes comparaba la política lingüística de la Generalitat con el apartheid surafricano, y las escuelas de Cataluña, con el sistema concentracionario nazi. Más adelante, ese mismo personaje trasladó la agitación contra el "totalitarismo" lingüístico catalán incluso a la Comisión y al Parlamento europeos...
En estos últimos años, denunciar el carácter supuestamente coactivo de las políticas lingüísticas catalana, vasca y gallega se ha convertido en uno de los temas favoritos del think tank de la derecha española, la FAES, que ha dedicado a ello conferencias, coloquios y libros. Diversos medios de comunicación audivisuales y escritos que suman en Cataluña cientos de miles de oyentes o lectores han abrazado la misma causa con empeño cotidiano y hasta extremos grotescos: verbigracia, uno de ellos llegó a erigir en noticia de portada la "huelga de hambre de un día" (sic) de un padre que exigía para su vástago la escolarización en castellano. En fin, alrededor de la cuestión de las lenguas se constituyó a mediados de 2006 un partido temático, Ciutadans.
Ha sido justamente esta formación -que, aun no viviendo sus mejores momentos, recogió 27.512 papeletas el pasado 9 de marzo- la que, con ánimo de recuperar protagonismo, tomó la iniciativa de convocar el pasado domingo 28, en Barcelona, una manifestación contra (cito del manifiesto final) "la imposición lingüística que padecemos" y "el totalitarismo lingüístico" de la Generalitat. Pero, para confirmar que la suya es, en palabras de Albert Rivera, "una reivindicación abierta y transversal", pronto se sumaron a la cita otras y variadas siglas, desde la derecha a la extrema izquierda: Unión, Progreso y Democracia (UPD, 6.252 votos catalanes el 9 de marzo), el Partido Popular (610.473 votos) y Unificación Comunista de España (UCE).
Tal vez convenga aclarar, para el común de los lectores, que UCE era un partido marxista-leninista surgido en 1975 que a principios de los ochenta se ilustró en impactantes campañas contra la OTAN, que en 1993 imprimía aún eslóganes del tipo "el PSOE es la derecha, el PP la reacción"... y que, de 10 años a esta parte, parece haber sustituido el pensamiento de Mao Zedong por el de Aznar, Mayor Oreja y la FAES. Al menos, coincide absolutamente con ellos en sus ataques al "nacionalismo étnico e insolidario", con particular obsesión contra el Partido Nacionalista Vasco y contra el tripartito catalán, en "la defensa de la unidad de España" o en el apoyo a las teorías conspirativas sobre el 11-M. En Cataluña actúa, desde 2006, como una suerte de apéndice exótico de Ciutadans.
O sea, y en resumen: con un precalentamiento ambiental largo de casi 30 años, con la colaboración entusiasta de al menos dos diarios y otros influyentes medios, cuatro partidos políticos que totalizan una base electoral de casi 650.000 votantes convocan para una soleada mañana dominical, en el centro de Barcelona, una manifestación contra quienes quieren "liquidar" el castellano. No lo hacen solos, pues se han adherido a la protesta una veintena de asociaciones de todo el Estado, entre ellas Foro de Ermua, Convivencia Cívica Catalana, Asociación por la Tolerancia, Unión de Guardias Civiles, Juventudes Liberales, Galicia Bilingüe y Foro España Hoy. Además no son adhesiones de boquilla: el Partido Popular catalán, en concreto, envió 5.000 e-mails a sus militantes más esforzados, para instarles a acudir en apoyo de tan noble causa.
Y bien, si hacemos la media entre los "apenas 3.000" de unas fuentes y los "cerca de 5.000" de otras, resulta que concurrieron a la manifestación unas 4.000 personas, muchas de ellas acarreadas por el acomplejamiento del PP. Se trataba, a juicio de los convocantes, de exigir una libertad básica, de rechazar la tiranía idiomática que aplasta nuestras aulas y oprime a nuestros escolares. Sin embargo, ello movilizó apenas al 0,05% de la población catalana, al 0,07% del censo electoral, al 0,1% de los votantes en las últimas elecciones. Ni siquiera el probado sex appeal del actor Toni Cantó pudo engrosar la afluencia al cortejo de los soi-disant bilingüistas. Quizá una actuación de Albert Boadella hubiese salvado la taquilla, pero el cómico ya dijo "adiós a Cataluña", y con motivo: estaba haciendo méritos ante el PP de Esperanza Aguirre, porque el de Rajoy le resulta demasiado light.
Joan B. Culla i Clarà es historiador.