domingo, 28 de junio de 2009

LA ESPAÑA PLURAL

25+ 2: ¿liderazgo? La Vanguardia 28-06-09

Ferran Requejo
Hace cinco años, el Gobierno socialista, con el liderazgo de Rodríguez Zapatero, pareció apostar por una actitud más abierta y decidida que los gobiernos anteriores del PSOE y PP para establecer un acuerdo amplio que recondujera la articulación política y financiera de Catalunya en la democracia española. Eran los días de la España plural.La reforma del Estatut y del modelo de financiación aparecían como dos palancas básicas para esta reforma histórica, que permitiría a España entrar en la modernidad política en el tema territorial, y solucionar lo que se hizo mal en la transición y en el desarrollo constitucional.

¿Cuál es el balance para Catalunya de los gobiernos de Zapatero en torno a la España plural,el Estatut, la financiación y las infraestructuras? Pues tras cinco años, se trata de un balance francamente pobre (la decisión de la ampliación del aeropuerto pertenece a un periodo muy anterior, tras aprobarse la faraónica T4 madrileña). En estos años se ha mantenido el casi expolio fiscal que representa para los catalanes el actual sistema de financiación; se ha persistido en la escasa inversión anual del Gobierno central en Catalunya (una deuda histórica,esta de verdad); no se ha reformado la obsoleta gestión centralizada del aeropuerto de Barcelona para que tenga su centro de gravedad en Catalunya, y se ha continuado invadiendo competencias por parte del Gobierno central. El nuevo Estatut (2006), con todas sus limitaciones y decepciones, es una ley vigente, pero no lo parece.

¿Y ahora qué? En el horizonte inmediato aparecen dos temas estrella: el modelo de financiación y la sentencia del Tribunal Constitucional (TC) sobre el Estatut. Se trata de dos temas de calado frente a los que el Gobierno de la Generalitat y los partidos catalanes deberían reaccionar si, como es previsible, se degrada aún más el autogobierno por vía interpretativa y no se cuenta con una financiación solvente.

Todo apunta a que el Gobierno central está proponiendo un modelo de financiación de cortos vuelos, escudado demagógicamente en la situación de crisis económica

- que es algo que técnicamente no incide en el modelo-.Parece que no va a ser ni mucho menos una propuesta para solucionar el problema de fondo. Ni en términos de equidad, ni en términos de eficacia. El Gobierno central sigue ahondando la perspectiva de que Catalunya avance con el freno de mano puesto. Lo cual, además de injusto e inaceptable para los catalanes, resulta irracional para el conjunto del sistema.

Tras el actual desapego generalizado de la población catalana sobre la situación política de los tres últimos años - manifestado en diversos indicadores de desafección política (abstención, resultados de encuestas de opinión...)-,la organización política que parece clave en estos momentos es el PSC. Se trata de un partido que nunca se ha opuesto al PSOE, especialmente en los tramos decisivos de las decisiones, cuando impera una lógica de confrontación con el Gobierno central. Una vez asumida la presidencia de la Generalitat, parecía que esta actuación iba a cambiar, cuando menos en términos institucionales. ¿Qué actitud política adoptará este partido desde el Gobierno de la Generalitat, desde sus 25 diputados en el Congreso (presupuestos del Estado) y sus dos ministros frente a los dos temas mencionados?; ¿qué deberían hacer unos y otros frente a las probables decepciones del modelo de financiación?; ¿y frente a la previsible interpretación a la baja del autogobierno por parte de un TC deslegitimado y manipulado por los dos grandes partidos españoles? ¿Va a ser asumido un modelo de financiación insuficiente y acatada sin más la sentencia del TC si vulnera aspectos clave del autogobierno? El país debe reaccionar. La sociedad civil puede sumarse a una reacción, pero el liderazgo político resulta imprescindible.

Estamos entrando en una nueva fase política. El futuro inmediato del país parece que va a estar presidido por una lógica de confrontación más que de consenso en las relaciones con el Gobierno central. Y para ello Catalunya necesita gobiernos fuertes. El tripartito no lo es. Tampoco lo sería un gobierno de CiU en solitario. El país necesita gobiernos nacionales, coherentes, estables y con programas políticamente ambiciosos que sitúen y refuercen al país en un mundo crecientemente competitivo e interconectado. Europa ya es pequeña como marco de actuación. La clase política catalana habla de globalización, pero todavía mira demasiado a España. El marco de actuación es el mundo. Hace falta más valentía, establecer objetivos claros y, si es necesario, tirar pel dret.

Catalunya necesita gobiernos transversales que tomen decisiones estratégicas en los temas cruciales de futuro (infraestructuras, economía, investigación-innovación, proyección exterior, inmigración, autogobierno, etcétera). Unas decisiones que los gobiernos débiles no toman. Estos últimos incentivan una lógica de gobierno-oposición que propicia una confrontación entre los partidos catalanes. Una lógica basada en reproches mutuos de muy poco alcance político en términos de futuro y que, además, fomentan la desafección ciudadana. Estamos en un momento en el que urge una recuperación de la política en su sentido más amplio y más noble. ¿Estarán el PSC y el resto de partidos a la altura del momento?, ¿o vamos a seguir con letanías de reproches internos? Desde una perspectiva de país, los verdaderos adversarios no están dentro de Catalunya, están fuera.



F. REQUEJO, catedrático de Ciencia Política (UPF) y coautor de ´Desigualtats en democràcia´ (Eumo, 2009)

viernes, 26 de junio de 2009

DISCUTIR COMO AYER

Antoni Puigverd
¿Viejas polémicas catalanas para responder a preguntas económicas de hoy?
La discusión que han mantenido mis admirados Francesc de Carreras, Toni Soler y Jordi Barbeta, a propósito de la gestión del aeropuerto de El Prat, demuestra que todavía tardará algún tiempo el periodismo catalán en tomar conciencia del agotamiento de la narración que ha centrado los últimos treinta años. Soler y Barbeta, efectivamente, cayeron en el prejuicio de confundir la referencia de De Carreras a la Generalitat con una referencia a Catalunya y aprovecharon la ocasión para ironizar sobre sus posiciones. Pero De Carreras describe las relaciones de poder en España en términos abstractos o jurídicos: como si no existieran intereses en disputa, como si no estuviera en juego mucho que perder o que ganar para todos los catalanes, sea cual sea su sentimiento, cuando hablamos de la gestión de un aeropuerto, un instrumento fundamental de la política económica en la era global, según han explicado tantas veces en nuestras páginas Pedro Nueno y Germà Bel. De Carreras usa expresiones aparentemente objetivas que sólo pueden valorarse subjetivamente: "el reparto de competencias (…) debe hacerse por razones de eficacia".

Asistimos, de un tiempo a esta parte, a una nueva idealización tecnocrática. Sucede siempre que la política entra en crisis de confianza. La gestión administrativa adquiere, por contraste, un aura de "asepsia" y "neutralidad". Lo técnico, especialmente en los añejos pasillos del Estado, no estaría "contaminado" por lo político (ni por lo sentimental, siempre sospechoso de obsceno interés o irracionalidad). Sólo en un caso la tecnocracia estaría contaminada: la Administración autonómica. Mientras todo el mundo se rasga las vestiduras (yo el primero) por los excesos suntuarios de las autonomías (trajes, coches o viajes), nunca los medios sospechan de los excesos de la Administración del Estado. Ysi, como sucede ahora, se revelan supuestos gastos faraónicos del director de lo servicios secretos (CNI), no se cuestiona la funcionalidad del sistema: se cuestiona al personaje, pretexto en realidad, de la enésima batalla por el control del poder central.

Planteada en los términos de mis queridos colegas, la polémica sobre la gestión del aeropuerto confronta inútilmente dos prejuicios. Pero el tiempo de este dilema ya ha pasado. La gestión de Aena, técnicamente impecable, responde a una visión radial de España, que bloquea la conversión de Barcelona en nódulo de la red global y, por lo tanto, la provincializa económicamente. Infinitamente más decisivo que un poco más o menos de nación en el Estatut era, por lo tanto, la cuestión del aeropuerto. La narración política todavía da vueltas a la noria sentimental, pero los cambios en la estructura económica de España deberían suscitar en todos los catalanes, piensen o sientan como De Carreras o como Soler, una reflexión: Si nos interesa defender hoy la potencialidad de Barcelona, ¿qué hay que hacer?
'
La vanguardia. 26-6-09