lunes, 29 de septiembre de 2008

SOCIOLOGIA Y LENGUA BAJO LA LLUVIA

26/9/2008 LA RUEDA (E PERIODICO DE CATALUNYA)

ANTONI Bassas
El chaparrón del lunes al mediodía me pilló en la calle. Refugiado en la puerta de una tienda, una chica me preguntó la hora. Tenía claros rasgos suramericanos. Mi cerebro de catalanohablante metropolitano entró en acción para calcular en una fracción de segundo las posibilidades de éxito de una conversación en catalán en la calle con una desconocida. Está muy entrenado en valorar la relación entre coste y oportunidad.
La lluvia empapaba a la chica y encima eran las dos menos cuarto. ¿Demasiado complicado para un nivel inicial? Al final solté con una cierta desolación: "Són tres quarts de dues". Ella se me quedó mirando y repitió "tres quarts de dues...". Y, con un ligerísimo acento, añadió: "Vaig a la Diagonal. ¿Hi ha un metro a la vora?". Quizá llevaba un tiempo escolarizada aquí o había sido adoptada, vete a saber. El caso es que la doctrina Per començar, prova-ho sempre en català había funcionado, igual que me ocurrió tiempo atrás con una cajera de supermercado (calle de Casp) y este verano con el vigilante de un párking (plaza de Catalunya), ambos con evidentes rasgos transatlánticos.
Si usted me lee desde fuera de Catalunya, quizá alucinará, pero créame que el cálculo de elegir lengua antes de abrir la boca, a menudo inconsciente, delicia de los sociolingüistas, es una experiencia diaria y común aquí. Algunos catalanohablantes ya no calculan: si no quieres tener ningún problema, empieza en castellano. Otros no, empezamos siempre en catalán. Lo hacemos porque aspiramos a comportarnos exactamente igual que todo el mundo, que habla su lengua en su país. También lo hacemos porque negar nuestra lengua a alguien es discriminarlo y despreciar su capacidad de aprender.
Y es una manera normal, sin pedagogías agotadoras ni violentos malos humores, de ir por la vida. Y lo hacemos porque somos los únicos que podemos hacerlo, porque todos los catalanohablantes sin excepción somos bilingües y podemos cambiar de lengua con toda facilidad. Lo único que no queremos es que, a fuerza de cambiar cada día, la nuestra acabe siendo inútil.

lunes, 22 de septiembre de 2008

JOAN MANUEL SERRAT

Parte del discurso de Joan Manuel Serrat cuando le otorgaron el
Doctorado Honoris Causa en la Universidad Complutense de
Madrid

Yo aprendí el oficio de hacer canciones y cantar de otros que antes lo aprendieron de otros, y me hace feliz pensar que tal vez con mi trabajo he podido ayudar al aprendizaje de los que siguen. Si he contribuido poética y musicalmente a dignificar la canción, me parece fantástico que ustedes, contemporáneos míos, me lo hagan saber y me siento muy halagado de que me lo agradezcan.
"La gratitud no es una virtud frecuente; más bien lo contrario. La historia está llena de hombres que mucho han contribuido en éste u otro aspecto de la vida y que no han recibido a cambio más que el desprecio y la ingratitud de sus contemporáneos,
aunque coincidirán conmigo en que un hombre que disfruta del privilegio de dedicarse a una profesión que le hace feliz, que hace lo que le gusta hacer, que le pagan por hacerlo y que además constantemente percibe que la gente le quiere, más que un mérito, tiene una bendición. Y éste es mi caso.
"También me alegra que conste entre los méritos que se me atribuyen el de haber
contribuido a la difusión de la obra de grandes poetas españoles, pero les confieso que,al musicar poemas de Antonio Machado, de Miguel Hernández y de otros maestros, no era exactamente esa mi intención. Lo hice porque sus poemas me conmovieron.
Lo hice siguiendo el camino de otros que lo hicieron, como Paco Ibáñez, como Raimón,
como Alberto Cortez y algún otro más. Lo hice porque los versos sonaban a canciones.
Canciones bellas e inteligentes que a mi me hubiese gustado escribir. No se si ellos, los grandes músicos, estarán de acuerdo con lo que se ha hecho con su
obra, ni con lo que se ha dicho aquí al respecto. Realmente será interesante conocer su opinión. "En mi defensa les diré que una de las mayores satisfacciones que tuve cuando grabé aquellas canciones con versos de Antonio Machado fue una carta del gremio de libreros de Madrid en la que se me agradecía, después del éxito del disco, mi contribución a que las ventas de los libros del poeta se multiplicaran. (…..)
La carta del gremio de libreros tranquilizó mi conciencia, en el sentido de que mi trabajo tal vez sirvió para algo más que para darle una capa de pintura a la ignorancia.
".También me gusta la idea de haber contribuido a normalizar el catalán o, mejor dicho a devolver la normalidad al catalán. Aunque en mi caso no hay que darle mucha
importancia porque, aparte de ser catalán, ejerzo de tal, y para mí expresarme en
catalán ha sido algo tan natural como que crezcan las uñas.
Si hay que agradecer a alguien su contribución a la normalización del catalán,
hagámoslo por quienes han peleado por defender el derecho propio o ajeno, por
devolver la normalidad a una lengua y una cultura que sólo la intolerancia, la ignorancia y el rencor marginaron.
"(…..) Tal vez ustedes, al premiarme con este doctorado, han querido contribuir al
esclarecimiento de uno de los misterios de la metafísica patriótica o, en términos de
Antonio Machín, a resolver el dilema de cómo se puede tener dos idiomas a la vez y no
estar loco".
"Seguro que en esto habrá otro punto de vista, tan legítimo como el mío. Pero en lo que supongo que estarán de acuerdo conmigo es que el hombre, al defender los valores
democráticos, al enfrentarse a la discriminación y la intolerancia, al defender la riqueza del pensamiento libre y plural, no hace otra cosa que actuar en defensa propia.
"Reivindico valores como la libertad y la justicia como un algo único pues no hay
libertad sin justicia, ni justicia sin libertad. Lo hago frente a la preponderancia aplastante del dinero, valor promedio por el que se miden y se valoran las cosas y las gentes.
Reivindico la justicia y la libertad, porque reivindico la vida.
Reivindico a la humanidad en su sentido más amplio.
Reivindico a los humanos y a la naturaleza, que nos acoge y de la que formamos parte.
Reivindico el realismo de soñar en un futuro donde la vida sea mejor y las relaciones
más justas, más ricas y positivas, y siempre en paz.
Y sobre todo, como un derecho que todo lo condiciona, reivindico el conocimiento como el pilar fundamental que nos sustenta y que nos caracteriza positivamente como especie. Que esto sea digno de reconocimiento es algo que debería hacernos reflexionar acerca del mundo en que vivimos y de los valores que lo mueven.
Como decía el profesor Casares, cuando hablamos del canto y de quien lo practica,
hablamos de un arte que ha vertebrado la sociedad. Yo escribo canciones para expresarme, pero también para comunicarme. Los argumentos de mis canciones están en mí, pero también están alrededor de mí.
Son lo que yo siento, pero también son lo que me cuentan los demás.
Son lo que yo soy, pero también lo que me gustaría ser.
Son mi realidad, pero también mi fantasía.
"Las canciones viven en la memoria personal y colectiva de las gentes.
Las canciones viajan y nos transportan a tiempos y lugares donde tal vez fuimos felices.
¡Todo momento tiene una banda sonora! Y todos tenemos nuestra canción, esa canción
que se hilvana en la entrada del alma y que uno acaba amando como se ama a sí mismo.
Tal vez alguno de ustedes ahora esté pensando: 'Por su cu1pa, Serrat, me casé con el que hoy es mi esposo -o mi señora-; estábamos un atardecer de verano en la playa, cuando empezó a sonar su canción; etc, etc. Por favor: eso no es culpa de mis canciones, sino de sus atardeceres de verano y de sus ímpetus juveniles.
Así son algunas canciones. Personales e intransferibles.
Otras aglutinan, un sentimiento común y se convierten en himnos. Entonces dejan de
pertenecer al autor para ser de todos.
Me complace que hayan valorado ustedes esta parcela de la poesía que es la canción
popular, que, además de algunas otras cosas, es una forma de acceder al conocimiento
del mundo. Les puedo jurar que en la composición y en la ejecución de algunas
canciones populares hay hallazgos tan definitivos como el teorema de Pitágoras o las
virtudes del ácido acetilsalicílico para combatir la cefalea.
Dice el refrán que “quien canta su mal espanta”. Y es cierto. Cantando compartes lo que amas y te enfrentas a lo que te incomoda. Conjuras los demonios y conviertes sueños en modestas realidades. Yo canto por el gusto de cantar. Cantar me da placer. Por eso para mí, tener el oficio de cantar es un privilegio. Aparte, siempre te dan mesa en los restaurantes.
"Estoy seguro de que por encima de todos los considerandos que se enumeran, esta
distinción es el fruto de algo tan simple y preciado como el cariño. Así lo entiendo y lo agradezco.
Si para algo vale la pena vivir es para querer y ser querido, Es lo que mueve mis pasos.
Probablemente, a lo largo de mi vida no haya hecho otra cosa que
lo que estoy tratando de hacer ahora mismo: que me quieran mis amigos. Y tener cada vez más. Que es la única acumulación que merece la pena en la vida y por la que no se pagan impuestos.
Muchas gracias".

"No hay camino hacia la libertad......La libertad es el camino."

MANIFIESTO EN DEFENSA DE LA LENGUA CATALANA O COMO CAMBIAN LOS TIEMPOS

FECHA: MADRID, MARZO 1924

EXCMO. SR. PRESIDENTE DEL DIRECTORIO MILITAR:


Los abajo firmantes, escritores en lengua castellana, que sentimos profundamente los merecimientos históricos de nuestro idioma y que apreciamos en todo su valor como insuperable vehículo para la difusión del pensamiento a través del mundo civilizado, nos dirigimos respetuosamente a V. E. para expresarle nuestro sentir con ocasión de las medidas de gobierno que por razones políticas se han tomado acerca del uso de la lengua catalana.
Es el idioma la expresión más íntima y característica de la espiritualidad de un pueblo, y nosotros, ante el temor de que esas disposiciones puedan haber herido la sensibilidad del pueblo catalán, creando para lo futuro un abismo de rencores imposible de salvar, queremos, con un gesto fraternal, ofrecer a los escritores de Cataluña la seguridad de nuestra admiración y de nuestro respeto para el idioma hermano.
El simple hecho biológico de la existencia de una lengua, obra admirable de la naturaleza y de la cultura humana, es algo siempre acreedor al respeto y a la simpatía de todos los espiritus cultivados.
Nosotros debemos, además, pensar que las glorias de Cataluña son glorias españolas, y que los títulos históricos más altos que podemos presentar para ser considerados como potencia mediterránea se los debemos, en gran parte, al pueblo catalán, que hizo de la Barcelona medieval un emporio de riqueza capaz de competir con las repúblicas italianas, que creó una cultura admirable, que supo dar leyes de mar y cuya lengua inmortal resonó entre el fragor de las batallas ante las ruinas sagradas del Partenón, y sirvió para que en ella hablara por vez primera la filosofia nacional por boca de Raimundo Lulio, y fuesen cantadas las efusiones misticas del amor humano en los versos imperecederos de Ausias March.
El renacer de las literaturas regionales, que se produce como una de las consecuencias de la ideologia romántica, hizo florecer en Cataluña una literatura a la que pertenecen autores como Verdaguer y Maragall, que son primeras figuras de la literatura española del siglo XIX.Y nosotros no podemos tampoco olvidar que de Cataluña hemos recibido altísimas pruebas de comprensión y cariño, hasta el punto de que un insigne patriota catalán, amante fervoroso de la tradición española, el gran Milá y Fontanals, abrió con llave de oro el obscuro arcano de las manifestaciones artísticas más genuinas y características del pueblo castellano.
Creemos cumplir un deber de patriotismo diciéndole a Cataluña que las glorias de su idioma viven perennes en la admiración de todos nosotros y que serán eternas mientras exista en España el culto del amor desinteresado a la belleza.

Madrid, marzo de 1924.


.Pedro Sáinz, E. Gómez de Baquero, A. Bonilla San Martín, Gregorio Marañón. Angel Ossorio y Gallardo, Pedro Mata, Antonio Jaén, Tomás Borrás, Angel Herrera, Jaime Torrubiano Ripoll, R. Menéndez Pidal, Alvaro de Albornoz, Concha Espina, Augusto Barcia, V. García Martí, Conde de Vallellano, José Ortega y Gasset, Miguel Herrero, Luis de Zulueta, Domingo Barnés, Francisco Vighi, Pedro de Répide, León de las Casas, Joaquín Belda, José G. Alvarez Ude, Luis Giménez de Asúa, Luis Ruiz Contreras, Félix Lorenzo, Fabián Vidal , Gabriel Maura, Vicente Machimbarrena, Gregorio Martínez Sierra, Lorenzo Barrio y Morayta, Andrés González Blanco, José Toral, Luis Araujo Costa, Mercedes Gaibrois de Ballesteros, Fernando de los Ríos, Azorín, Manuel Pedroso, Luis Bello, José M.a Sacristán, Cristóbal de Castro, José Giral, Melchor Fernández Almagro, Ramón Gómez de Laserna, Manuel Bueno, Antonio Espina, Antonio Zozaya, F. García Lorca, F. Rivera Pastor, Alberto Insúa, Honorato Castro, Luis de Tapia, Luis Araquistain, Gustavo Pittaluga, E. Paúl Almarza, Juan de la Encina, José García Mercadal, Angel Lázaro, Bernardo Acha, Artemio Precioso, F. Escrivá, José Gutiérrez Solana, Jacinto Grau, Juan Pujol, José Ruiz Castillo, P. de Ciria Escalante, José Albiñana, Dr. García del Real, Gabriel Franco, Salvador Pascual, Eduardo Ortega Gasset, Carlos Pereira, Juan Guixé ,Leopoldo Bejarano, José Canalejas, Guillermo de la Torre, M García Cortés, Adolfo A. Buylla, P.A. Balbontín, Isaac del Vando-Villar, Cayetano Alcázar, Mauricio Paraísso, Rafael Urbano, Julio Cañada, Antonio Guisasola, Antonio Dubois, José Sánchez Rojas, José Antón, F. Madariaga, Luis de Hoyos Sáiz, Hipólito Jimneno, Luis G. Bilbao, Andrés Ovejero, Manuel Azaña, Claudio Sánchez Albornoz, Conde de las Navas, Luis Palomo, F. Arévalo Salto, Luis G. Urbina, Luis G. Andrade, F.de Bustamante, A. Pérez Serrano, Tommás Elorrieta, Manuel Hilario Ayuso, Eduardo Barriovero, Manuel Antón, J. Jordán de Urries, Juan Hurlado, Ramón Pérez de Ayala, J. Villalba, Alvaro Calvo, Marqués de Lozoya, Angel Torres de Alamo, Francisco de Viu, Luis Fernández Adravín y Alberto Marín Alcalde.

Lletra de gratitud dels escriptors de Catalunya tramesa el 7 d´abril del mateix any.

.
CASTELLANS AMICS:

Havem llegit el Missatge en elogi i defensa de la llengua catalana que haveu dirigit al President del Directori militar d´Espanya. L´elogi és complert. La defensa és oportuna i suficient; dins els moments actuals, ens basta. Els Generals del Directori, si són espanyols, dins l´ ampla accepció del mot, d´haver sentit una emoció profunda, llegint i pesant la vostra paraula assenyada, càlida i fecunda , sobretot quan els dieu han que és l'idioma l´expressió més íntima i característica de l'espiritualitat d'un poble, i que "vosaltres" davant la temor que aquestes disposicions - les preses pel Govern per raons polítiques sobre l´ús de la llengua catalana puguin haver ferit la sensibilitat del poble català, creant per a l'avenir un abisme de rancúnies impossible de salvar, voleu, amb un gest fraternal, oferir als escriptors de Catalunya la seguretat de la vostra admiració i del vostre respecte a l'idioma germà". Aquesta paraula vostra, precisa i entusiasta, ha d´haver colpit el cor i la intel.ligència dels generals del Directori. Homo sum, haurà pensat també cadascú d'ells, humani nihil a me alienum puto. I aquest sentiment i aquesta idea els decantarà a la benevolença, i adhuc a la justicia envers la llengua catalana; envers els que la parlen, l´escriuen, i l'estimen. No desesperem que sia aixi.
L´elogi de la llengua castellana no cal fer-lo aci. Vosaltres, en el bon Missatge, feu bella memòria de l´obra d´En Mila i Fontanals, dient d´ell "que va obrir amb clau d'or l´obscur arcà de les manifestacions artístiques més genuïnes i més característiques del poble castellà'´. En Mila i Fontanals simbolitza la participació dels catalans en la cultura castellana. I ha fet escola. Nosaltres, doncs, per fortuna de Castella, no havem de fer aci l'elogi i la defensa de la llengua vostra. Tothom l´elogia. Ningú no l´ataca.
Altrament, passi el que passi, castellans amics, tantes gràcies. La gratitud ha d' ésser virtut catalana. Ara que ens lleu, doncs, donem-ne exemple als nostres compatricis.
Tanmateix, un prec, castellans amics. Vosaltres, intel.lectuals de Castella, que il.lumineu l´esperit del vostre poble, digueu, si us plau, als governants espanyols, ja que els teniu ben a la vora, que a la fórmula política que ens apliquen ells : Sotmeteu-vos i us donarem ço que mereixeu oposem, els catalans, la fórmula : Siau justos amb nosaltres i serem amics .
Sia el bon Missatge la clau d'or que obri la capsa on és guardada la llibertat de la llengua catalana. Emperò la llibertat sencera, no amb capitis diminutio. A l'Escola, a la Universitat, als Tribunals, a tot arreu : la llibertat mateixa que teniu vosaltres per emprar la vostra llengua. Vindrà un temps que així serà. Vindrà d´en mica en mica o tot d´un cop. Ara com ara, tot est en mans del Directori.
SIA EL BON MISSATGE LA CLAU D'OR.
Que Déu hi faci més que nosaltres.
Castellans amics, adéu-siau.

Barcelona, 28 de març de 1924.

Angel Guimerà, Apeles Mestres, Santiago Rusiñol, Joaquim Ruyra, Víctor Català, Josep Pin y Soler, Joan Llongueras, Joan Garriga Massó, Pere Aldabert, Ignasi Iglesias, Joaquim Casas-Carbó, Alexandre Font, Josep M a Roca, Ernest Moliné y Brasés, Rosend Serra, Narcís Oller, Pere Corominas, Lluis Via, J. Cugat Figuerola, Feliu Elias (Apa),Francesch Matheu, Joan M.a Guasch, P. Palau G. de Quijano, Alexandre Cortada, Ignasi de L.. Ribera-Rovira, Regina Opisso de Llorens, Mossèn Anton Navarro, Joan Ruiz i Porta, Ramon Serra Toneu, Bonaventura Bassegoda, Llorenç Sampera, Prudenci Bertrana, Josep Elias i Juncosa, Pompeu Crehuet, Gabriel Alomar, Joaquim Cabot, Emili Junoy, Lluis Ferrer Bàrbara, Celestina Vigneaux de Corominas, Juan Barco, Narcisa Freixas, Joan Burgada i Julià, Joan G. Junceda, Josepa de Casagemas Vda. de Llopis, Salvador Armet Ricart, M. Font Torné, Miquel Duran i Tortajada, Llorenç Riber, Arthur Masriera, Amadeu Hurtado, Maria Domènech de Cañelles, Alfred Opisso, J. Oliver Bauzá, Alexandre Bulart i Rialp, Alfons Par, Lluis Masriera, M. Junyent, Francesc Pujols, Josep Roca y Roca, Oriol Martorell, Joaquim Rubió, Aureli Capmany, Julián Pérez Carrasco, Rafael Vehils, Francesca Bonnemaison Vda. de Verdaguer, M. C. Arrau, G. Miró, Salvador Albert, J Roig Raventós, Condesa de Castellà, Vicente Clavel, Mossèn Trens, J. Pich, P. Vila San Juan, Juan Antonio Pamias, Gonzalo de Reparaz, Josep Artís, Carles Pirozzini, Joan Anton Maragall, Jaume Barrera, prev., Pelegrí Casades y Gramatxes, David Ferrer, Leopold Jaumeandreu, Jaume Carner, M. Valls Ginesta, Maurici Serrahima, Emili Tintoré, Jaume Massó Torrents, Josep Alemany i Borràs, Eduard Toda, Vicens Artigas,Ramon Miquel i Planas, Joan Batlle, Alexandre Maristany, Gustau Gili i Carme Kahr.

FUENTE Y COMENTARIOS:
Base documental d'Història Contemporània de Catalunya.
Restauració 2 (1898-1931) - Dictadura de Primo de Rivera (1923-1931)

La persecución de la lengua catalana durante la Dictadura de Primo de Rivera fue muy importante a pesar del soporte inicial que su golpe de estado tuvo por parte de grupos sociales importantes (13-09-1923). 118 escritores castellanos solicitan al Directorio Militar que frenen la persecución política contra la lengua catalana y se basan tanto en motivos lingüisticos como por su aportación a la propia lengua castellana
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viernes, 19 de septiembre de 2008

LOS CATALANES

LUIS GARCÍA MONTERO 05/07/2008

EL PAÍS

Soy amigo íntimo de poetas catalanes como Joan Margarit, Pere Rovira y Alex Susanna. En una entrevista cargada de oportunidad e inteligencia, Federico García Lorca declaró en 1936 que se sentía más cerca de un chino bueno que de un español malo. También yo me he sentido muchas veces más cerca de mis amigos catalanes que de otros poetas andaluces y españoles que han querido justificar con los complejos de la identidad sus limitaciones creativas. En todas partes hay listos y tontos, ¿para qué vamos a engañarnos y a caricaturizar ningún territorio? En mis inicios literarios, cuando me presentaban como poeta andaluz, me sentía muy orgulloso.

Andalucía tiene una de las tradiciones poéticas más importantes del mundo. Es verdad que mis amigos catalanes recibían muchas atenciones de la Generalitat, pero tardé poco tiempo en descubrir que la suerte real era escribir en un idioma de 400 millones de hablantes. Sigo sintiéndome orgulloso cuando me presentan como un poeta andaluz, pero confieso que también me encanta, y no sólo por vanidad literaria, ser presentado como un poeta significativo de un idioma que se habla en Buenos Aires, México, Bogotá, Santiago de Chile y Nueva York. El español se extiende por las calles de la metrópoli como un reguero de pólvora humana y cultural. ¿La lengua de Cervantes está en peligro? Si miramos con objetividad hacia el mundo, en peligro sólo están lenguas minoritarias como el catalán y el vasco, y me parece una obligación cívica defender su existencia y su dignidad social. No creo que sea ninguna agresión pedir que los funcionarios públicos de Cataluña sepan hablar catalán. Agresión al español, una lengua abierta, extensa, viva, llena de matices, sin centros, es querer convertirla en carne de cañón para los centralismo más rancios.
¿A qué viene entonces un manifiesto en defensa del español? Del español, o del castellano, como dicen los firmantes del manifiesto, volviendo a usar un nombre que dejó de utilizarse en el siglo XVI y que ahora regresa con la dinámica de la España autonómica. No creo que haya ninguna razón filológica, ninguna amenaza por la que preocuparse. Puede haber problemas concretos para hablantes concretos del español en Cataluña. Pero eso no es una agresión al español, sino una utilización incorrecta de la Constitución española y del Estatuto catalán. Hubiese bastado con denunciar estos casos. El manifiesto responde a otros intereses de carácter político. El discurso dominante de la derecha se ha fundado, sobre todo en Madrid, en la indignación ante la ofensa perpetua. No ya los nacionalismos periféricos, sino cualquier cambio vivido en cualquier comunidad autonómica no nacionalista, se explica como una ofensa a Madrid. Así ha consolidado el poder en esta comunidad una derecha extrema, que utiliza las ofensas exteriores imaginarias para desmantelar sus espacios públicos propios y reales.
Los madrileños se han olvidado con demasiada facilidad de que el enemigo lo tenían dentro. Y así se entiende que inventos partidistas como el de Rosa Díez, que nacieron de una crisis interna del socialismo vasco, no hayan tenido ningún eco en la realidad que pretendían solucionar y hayan recibido un apoyo notable en Madrid. Esta mujer no encarna más que una farsa. Ahora que el PP de Rajoy quiere representar su viraje al centro con una postura más moderada ante los nacionalistas, los amigos de Rosa Díez y algunos poderes mediáticos que no quieren renunciar a su tiranía sobre la derecha, se inventan que el español está en peligro, una mentira sólo equiparable a la afirmación de que las bombas de Atocha las puso ETA. A mí lo que me duelen son otro tipo de peligros en el idioma. Siento que estén tan degradadas palabras como inteligencia, intelectual, periodismo, democracia, libertad, igualdad y fraternidad.

lunes, 15 de septiembre de 2008

CATALUÑA TIENE RAZONES MAS FUNDADAS

TRIBUNA: JOSEP LLUÍS SUREDA
EL PAIS (15-9-08)

Ni en bilateralidad ni en fecha límite la posición del Gobierno sobre financiación autonómica incumple el Estatuto. Los negociadores catalanes deben abandonar este argumento y también el victimismo

Sostener que las propuestas del Gobierno para la reforma del sistema de financiación autonómica incumplen el Estatuto de Cataluña parece haberse convertido en una proposición que por su evidencia no necesita de demostración alguna. Un axioma ampliamente utilizado por ciertos políticos catalanes con el consiguiente reflejo en sesudos diarios barceloneses. Pero no creo que sea ocioso contrastar su validez por dos motivos.

Montilla tiene razón. Cataluña tiene tantos pobres como habitantes tiene alguna comunidad

La Generalitat sólo debe pedir en materia de financiación un trato igual a los demás
Primero, no considero exacto afirmar que el Estatuto exige que dicha reforma se decida en una negociación bilateral Estado-Generalitat dentro del plazo que finalizó el 9 de agosto. Respecto de la bilateralidad, el Estatuto dice que la Comisión Mixta de Asuntos Económicos y Fiscales Estado-Generalitat (CMAEF) es "el órgano bilateral de relación entre la Administración del Estado y la Generalitat en el ámbito de la financiación autonómica" (artículo 210.1). Según el dictamen de la mayoría del Consejo Consultivo de la Generalitat emitido durante la tramitación de la reforma del Estatuto, sus competencias no plantean problemas de constitucionalidad "si se tiene en cuenta" que el mismo artículo dispone que el organismo bilateral "ejerce sus funciones sin perjuicio de los acuerdos suscritos por el Gobierno de Cataluña en esta materia en las instituciones y organismos de carácter multilateral".

Esta cláusula de salvaguarda respeta las competencias que la Ley Orgánica de Financiación de las Comunidades Autónomas (LOFCA) atribuye a un organismo multilateral, el Consejo de Política Fiscal y Financiera, para aprobar la reforma del sistema de financiación autonómica dentro de un procedimiento que combina bilateralidad y multilateralidad, regulando las normas que, según el Estatuto, rige las relaciones de orden tributario y financiero entre el Estado y la Generalitat: la Constitución, el Estatuto y la LOFCA (artículo 201.1).

De la restricción estatutaria de la bilateralidad se desprende, además, que el Estatuto no podía establecer un plazo para llegar a dicha aprobación y, en efecto, el límite del 9 de agosto de su Disposición Final Primera se refiere a los acuerdos bilaterales de la CMAEF para la aplicación de los preceptos estatutarios en materia de financiación. La CMAEF parece funcionar con regularidad: en su reunión de 28 de julio se debatieron las líneas básicas del Gobierno y su adecuación a lo establecido en el Estatuto. Tanto si hubo acuerdo en este debate como si no lo hubo, se respetaron así las funciones que el Estatuto atribuye a la CMAEF y, dada su flexibilidad, tampoco se incumplió el plazo de la Disposición Final Primera porque en ella se prevé que la aplicación de los preceptos estatutarios pueda realizarse de manera gradual según su viabilidad hasta el 9 de agosto de 2011.

Segundo, permaneciendo en el terreno de lo básico, no me parece exacto afirmar que la propuesta del Gobierno no recoge los puntos fundamentales del Estatuto sobre financiación de la Generalitat, ya que ambos textos se ajustan por igual a la estructura del sistema de financiación de 2001. El artículo 206 del Estatuto refleja fielmente esta estructura al establecer que el nivel de recursos a disposición de la Generalitat tiene que basarse en las necesidades de gasto y ha de tener en cuenta su capacidad fiscal; que la población tiene que tomarse como la variable básica para determinar dichas necesidades, ajustada según otros criterios que sólo se enumeran; y que los recursos de la Generalitat son, entre otros, los que deriven de sus ingresos tributarios, ajustados al alza o a la baja en función de su participación en los mecanismos de nivelación y de solidaridad. Añadiré que las líneas básicas del Gobierno incorporan también la revisión quinquenal de los elementos estructurales del sistema y la revisión anual de los indicadores de necesidades, donde el Estatuto (artículos 206.4; 208.1) sí rompió con la vocación de permanencia indefinida del sistema de 2001.

Si de lo básico se salta al incumplimiento de algún precepto específico del Estatuto, tampoco parece muy bien hilvanado el argumento, tal vez porque estos preceptos no pasarán a la historia como ejemplos de claridad y coherencia, dos cualidades muy útiles para la seguridad jurídica en un ámbito delicado como las finanzas públicas. Así, se afirma que las líneas básicas incumplen la norma estatutaria (artículo 206.3) porque, a pesar de garantizar la nivelación en el conjunto del Estado de los servicios esenciales del Estado de bienestar (educación, sanidad, servicios sociales), no limitan la nivelación a estos servicios. Ciertamente, las líneas básicas incluyen además la garantía de financiación suficiente para todas las competencias transferidas a las Comunidades Autónomas (CC AA), pero, en este caso, sus críticos parecen olvidar que el principio de suficiencia también forma parte del Estatuto (artículo 201.2).

Una crítica legítima, situada en un terreno distinto y menos emocional que el de los incumplimientos del Estatuto, sostiene que las líneas básicas no proporcionan los elementos necesarios para que la Generalitat pueda valorar razonablemente el alcance de la reforma y la incidencia que tendrá en su propia financiación. Así sucede cuando se objeta la propuesta del Gobierno porque remite genéricamente a la búsqueda de un acuerdo para ponderar las variables, especialmente la población, a tener en cuenta en el reparto de la financiación entre las CC AA. Esta crítica tiene el valor añadido de aproximarnos al verdadero problema que el sistema vigente plantea a la financiación de la Generalitat.

En el sistema vigente, aparentemente, la población desempeña el papel preponderante como indicador de las necesidades de gasto: el 94% de la financiación global correspondiente al bloque denominado de los servicios comunes se reparte entre las CC AA según la población; el 75% de la correspondiente a los servicios sanitarios según la población protegida y el 24,5% según la población mayor de 65 años; y el 100% de la correspondiente a los servicios sociales, según la población mayor de 65 años. De estas pautas de reparto debería resultar una razonable aproximación a la distribución equitativa de los recursos, si se comparte la opinión muy extendida de que la población total, o segmentos específicos de la población según la naturaleza de los servicios públicos, son buenos indicadores de las necesidades de gasto.

Sin embargo, el sistema vigente no produce este resultado porque la distribución de recursos según los indicadores objetivos queda distorsionada mediante la aplicación de diversos artificios de ajuste, principalmente las asignaciones de fondos específicos cuando concurren determinadas circunstancias, las llamadas reglas de modulación que imponen topes máximos o garantizan mínimos en el crecimiento de los recursos y la llamada garantía del statu quo para que ninguna comunidad autónoma tenga menos recursos que con el sistema anterior.

La aplicación de estos artificios, que incluyen importantes flujos de solidaridad interterritorial totalmente opacos, desemboca en una disparidad arbitraria de la financiación por habitante de las CC AA discriminatoria para Cataluña. Curiosamente, los negociadores catalanes de las reformas del sistema, aprobadas entre 1980 y 2001, siempre se declararon satisfechos con lo aprobado mientras el verdadero problema de financiación de la Generalitat se iba complicando cada vez más. Si no quieren volver a fracasar, los negociadores actuales deben concentrarse en aunar voluntades de las otras CC AA para conseguir, como proponen algunos expertos, que estos artificios sean reemplazados por un mecanismo específico de realización de los principios de nivelación y de solidaridad, sujeto a reglas objetivas y transparentes.

Claro que un buen diagnóstico del problema y una propuesta de solución técnicamente viable no bastan para conseguir la coincidencia de voluntades, si se yerra la estrategia negociadora en la que sobran los elementos que han contribuido a diseñar la imagen del catalán victimista e insolidario: los incumplimientos del Estatuto que no existen, la utilización del déficit fiscal de Cataluña como medida de su solidaridad, el regateo en la nivelación territorial de los servicios públicos, o las estimaciones de los recursos adicionales que han de corresponder a la Generalitat con la reforma basadas en cálculos que se descalifican por sí solos con sólo observar los amplios márgenes entre las cifras máximas y mínimas que proponen. Para convencer de que los ciudadanos de Cataluña tienen derecho a servicios públicos de un nivel similar al de los ciudadanos de otras CC AA que se encuentren en condiciones similares, hay que apoyarse en la exigencia esencial del Estatuto, que Cataluña reciba en el sistema de financiación un trato igual al de las restantes CC AA (artículo 201.4), y demostrar que la discriminación sólo perjudica a los sectores de población con rentas más bajas, que también existen en Cataluña hasta el punto que, como recordó el presidente Montilla en un notable artículo en este periódico (EL PAÍS, 10-5-2008), las últimas estimaciones de Cáritas indican que Cataluña tiene tanta población situada por debajo del nivel de pobreza como habitantes tiene alguna comunidad autónoma.


Josep Lluís Sureda es catedrático jubilado de Economía Aplicada de la Universidad de Barcelona.

sábado, 13 de septiembre de 2008

ARGUMENTOS ETNICISTAS

POR JOAN B. CULLA I CLARÀ 12/09/2008
Publicado en El País

Permítanme que rebobine un poco la película, porque la velocidad a la que ésta se proyecta puede hacernos olvidar secuencias todavía bien recientes y, con ello, perder el hilo del guión.
En Madrid creen que el grado de sumisión al PSOE depende del lugar de nacimiento o de las zetas del apellido
Cuando, desde principios de la pasada década, irrumpió en la agenda política el asunto de la insuficiente financiación catalana, los dos grandes partidos españoles adoptaron, de modo alterno y sucesivo, una actitud crítica, refractaria u hostil ante la cesión a la Generalitat, primero, del 15% del IRPF, después del 30% de dicho impuesto, etcétera. Entre 1993 y 1996 el Partido Popular, acto seguido el PSOE, denostaron las cesiones del último Gobierno de González y del primero de José María Aznar, respectivamente, al chantaje de Jordi Pujol y pusieron en la picota la insolidaridad de Convergència i Unió. ¿Qué otra cosa puede esperarse -argüían desde Ferraz una vez perdido el poder- de una formación nacionalista y, por añadidura, de centro-derecha, o sea burguesa? Cuando la Generalitat tuviera un presidente de izquierdas, socialista, entonces el debate político, institucional y presupuestario Barcelona-Madrid, o Cataluña-España, adquiriría sin duda otro sesgo.
Ese momento llegó a finales de 2003. No con los rasgos exactos que habían imaginado algunos de quienes lo anhelaban, pero llegó; y Pasqual Maragall fue investido con el collar de Macià. Sin embargo, bien pronto la cúpula del PSOE y sus entornos intelectuales empezaron a ser presa de una cruel decepción: el Maragall presidente, abanderado de las demandas neoestatutarias, resultaba para el socialismo español otra vez gobernante tan antipático y perturbador como Pujol. Incluso más, porque mientras a éste se le podía despachar con el doble epíteto de conservador y fenicio; en cambio, Maragall, el mítico alcalde de la modernidad olímpica, era uno de los nuestros.
Desde el Manzanares cundió pronto una explicación oficiosa a esta extraña metamorfosis: Maragall se había vuelto nacionalista y arrastraba al PSC por el mal camino. Después de todo -precisaban los más eruditos-, ¿qué otra cosa cabía esperar de esas élites de Sant Gervasi, de esos hijos de pintores o nietos de poetas, tan ajenos a la sensibilidad obrerista de los votantes del Baix Llobregat? De ahí -estoy esquematizando- la apuesta de La Moncloa por desembarazarse de Maragall y poner en su lugar a José Montilla; al mismo Montilla al que, poco antes, el entonces ministro Jordi Sevilla había descartado por charnego. Su itinerario de Iznájar a Cornellà, con escala en el marxismo-leninismo antifranquista, parecía inmunizarle contra el tenaz y contagioso virus del nacionalismo catalán. Con él en la plaza de Sant Jaume, la tranquilidad de Ferraz quedaría garantizada.
De eso han pasado apenas dos años pero, tal como están las cosas, parecen dos siglos. Alrededor de la nueva financiación autonómica, las relaciones entre el PSC y el PSOE han alcanzado un nivel de tensión desconocido desde el debate de la LOAPA en 1981. Y Montilla pronunció su ya célebre discurso del 20 de julio: "Te queremos mucho, José Luis, pero queremos más a Cataluña". Y la mera incertidumbre sobre el voto de los 25 diputados del PSC en el Congreso a los Presupuestos Generales para 2009 ha disparado en Madrid todas las alarmas, incluso todas las histerias.
Tanto es así, que el otro día, en Rodiezmo, dieron suelta a Alfonso Guerra en el rol de cancerbero de las esencias, de homólogo de Aznar en el otro hemisferio político. Y el ex vicepresidente, pañuelito rojo al cuello, acusó sin nombrarlos a Montilla y al PSC de egoísmo, insolidaridad y chantaje -los reproches clásicos contra Pujol-, de traición a la causa del socialismo por defender con tanto ahínco los intereses de la financiación de Cataluña y por hacerlo -¡pecado nefando!- de modo unitario, juntas "la izquierda y la derecha". "¿Qué queréis? ¿Qué vuelva a gobernar el PP con los nacionalistas?": ese fue el argumento supremo de don Alfonso para desarmar la beligerancia de sus correligionarios catalanes.
Ha habido otras reacciones más sofisticadas, pero por eso más inquietantes. Ciertos columnistas de la Villa y Corte no entienden cómo es posible que, apellidándose Montilla o Zaragoza, los dirigentes del PSC se atrevan a sostener que éste es un partido distinto e independiente del PSOE. Según tal criterio de análisis -que no cabe calificar más que de etnicista-, el grado de sumisión orgánica a Madrid dependería ante todo del lugar de nacimiento o del número de zetas en el apellido. Que los Obiols, Nadal, Maragall o Castells sean catalanistas más o menos díscolos, pase; es algo que debe sufrirse como una tara genética. Pero que desafíen al PSOE los Montilla, De Madre, Pérez y Zaragoza, eso contradice los orígenes y bordea la apostasía.
De acuerdo con esta asombrosa clave de lectura -asombrosa en la pluma de personas inteligentes y progresistas-, los éxitos del PSC en las urnas desde 1977 se sustentan sólo sobre el magnetismo ideológico-identitario que Felipe en su día, Zapatero hoy, ejercen entre las masas trabajadoras de expresión castellana. Sin ellos, la tarea gestora de tantos alcaldes socialistas desde Girona a L'Hospìtalet y de Lleida a Sant Adrià, la formidable labor de construcción de partido impulsada pacientemente desde la calle de Nicaragua, no habrían servido de nada. Con lo cual la moraleja, o la amenaza, es transparente: si, arrastrado por sus veleidades nacionalistas, el PSC perdiese el apoyo de la marca PSOE y de su secretario general, no volvería a comerse una rosca electoral en la vida.
No, no está siendo ni será nada fácil resistir estas presiones. Pero el socialismo catalán ha llegado ya tan lejos, que un retroceso brusco podría serle devastador.




miércoles, 3 de septiembre de 2008

VÍCTIMAS O VICTIMISTAS

TRIBUNA
ORIOL BOHIGAS 03/09/2008 EL País

Durante mucho tiempo se ha acusado a los catalanes -y a la política catalana- de adoptar actitudes victimistas en su confrontación con España, es decir, de exagerar agravios y malevolencias como argumentos para lograr algunas compensaciones, aunque sean migajas caritativas o simple reconocimiento de la hipocresía opaca de la conllevancia. La calificación de victimismo tiene doble filo: por un lado, desacredita el contenido real de las reivindicaciones o las reduce a caricaturas y caprichos merecedores de un desprecio benevolente; por otro, castiga la moral de los ciudadanos que acaban acostumbrándose a aceptar mansamente soluciones siempre muy por debajo de las reclamadas. La desilusión continua, la pérdida de autoestima, el regodeo de la impotencia: ésos son sus resultados. Es decir, la acusación de victimismo a una sociedad y a una política es una manera de disfrazar las injusticias, pero la asimilación social del conformismo victimista comporta la pérdida del empuje y la identidad de esa sociedad, un pueblo habituado al fracaso, un rebaño paciente en el que todos estamos dispuestos a ofrecer la otra mejilla para un segundo bofetón.
No podemos asumir tanta cuota de solidaridad como se nos asigna
Últimamente han aparecido -incluso en términos oficiales- muchos datos objetivos que sitúan mejor y, al parecer, definitivamente las justificaciones de aquellas quejas reivindicativas. Con la tramitación del Estatuto y sus secuelas de mentiras y traiciones los antiguos greuges de Cataluña se han confirmado de manera irrevocable. Y la sociedad catalana parece que por fin ha asumido como realidades ya incuestionables la injusticia de las balanzas fiscales, las insuficiencias infraestructurales, el desprecio de las identidades, la marginación centralista y toda una serie de circunstancias que dificultan o anulan el progreso social y económico del país. Y todos nos hemos dado cuenta de que los argumentos considerados "victimistas" eran en realidad referencias verídicas. Ha quedado más claro que, efectivamente, éramos víctimas y no victimistas. Y que, a pesar de los esfuerzos de la sociedad civil para mantener con dificultades la progresión económica, teníamos déficit gravísimos que no se pueden resolver sin conquistar equidades fundamentales.
Se han reconocido insuficiencias estructurales en el planteo funcional del aeropuerto, en las cercanías ferroviarias, en el trazado del AVE, en los sistemas energéticos, en el suministro de agua, en la enseñanza y en la cultura que la sociedad civil y el Gobierno autónomo -ni siquiera exigiéndoles más orden y más eficacia- no pueden resolver sin recomponer previamente la financiación estatal. Y en estas condiciones, sin superar las insuficiencias que nos empobrecen, no podemos afianzar el país, ni, además, asumir tanta cuota de solidaridad como se nos asigna. Hace poco un político bien informado ha tenido que reconocer que en Cataluña hay más pobres que habitantes en alguna de las autonomías españolas -por ejemplo, Extremadura-, aquellas que consumen buena parte de nuestra participación solidaria, un dato importante para definirnos como víctimas reales y no como victimistas, un dato que los líderes políticos deberían declarar con más claridad, más exigencia, sin cobardía ni pudor mojigato.
¿Los partidos políticos catalanes y sus líderes están a la altura de la nueva situación ante la posibilidad de solidificar esa nueva conciencia colectiva? No. No lo están. No han sido capaces ni de mantener una unidad táctica y estratégica ante los abusos españoles. Han aceptado el incumplimiento de un compromiso estatutario de altísimo rango legal y acabarán refugiándose otra vez en el recurso plañidero de un nuevo victimismo sin soluciones definitivas, entre excusas fatalistas y acomodaticias. Estamos más dispuestos a llorar que a luchar. Entre el pacto Mas-Zapatero en la Moncloa y el De la Vega-Saura en un hotel de Vilanova, hemos pasado una serie de episodios incalificables, de renuncias sospechosas, de luchas por ridículas prebendas partidistas que acaban solidificando la idea de que Cataluña no se merece mejor trato del que recibe porque no se atreve a defenderse como víctima y prefiere seguir jugueteando con un victimismo pobre, decadente, conservador, sin ningún gesto discretamente heroico.
La posición de algún partido catalanista radical que votó negativamente en el referéndum del Estatuto pudo parecer un exabrupto o incluso una exageración estratégica, pero, con el complicado y desafortunado proceso de estos últimos meses, cabe preguntarnos si una negativa clara de los catalanes no nos habría llevado a una situación menos bochornosa que la actual, con mayor capacidad para la efervescencia del diálogo, menos acorralados en fatalismos insuperables, quizá más esperanzados en una posible renovación de las fuerzas políticas. No olvidemos que el victimismo es una fórmula muy eficaz para desmoronar una sociedad dispuesta a abandonar la lucha en defensa de sus intereses y su identidad.
¿Qué pasará cuando aparezca el dictamen del Tribunal Constitucional? ¿Será otro bofetón? Después de éste, ¿qué nueva mejilla podremos ofrecer para seguir demostrando nuestras preferencias victimistas cuando no sabemos defendernos como víctimas reales?
Oriol Bohigas es arquitecto.

BALANCE

Un escrito de Fernando Savater sobre el "manifiesto" no podía faltar. Este respetable filósofo siempre ha demostrado una extremada simpatía a todo lo periférico.
PB

Balance
FERNANDO SAVATER 05/09/2008

EL PAIS
Recuerdan la anécdota del orador que se levanta para pronunciar su alocución tras el banquete y pregunta a un comensal remoto: "Usted, allí al fondo, ¿me escucha bien?". Y el otro responde: "Perfectamente, pero voy a cambiarme con aquel señor, porque parece que allí ya no se oye". También yo he estado esperando hasta que han respondido al Manifiesto por la Lengua Común incluso los que se sentaban voluntariamente allí donde es imposible escuchar lo que dice. Pensando a veces, con cierto desaliento, que es una seria objeción contra la existencia de la lengua común el que muchos que parecen comprenderla malinterpreten tan patentemente un texto sencillo como ése. Pero en todo caso me parece una obligación de cortesía intentar finalmente hacer balance y responder a quienes se han molestado en hacer objeciones inteligibles a esa propuesta. Desde luego, sólo voy a tomar en cuenta las de cierto calado, que no han sido las más numerosas. En cuanto a las demás... bueno, a pesar de la artritis estoy dispuesto a agacharme ocasionalmente un poco para quedar a la altura de ciertos argumentos y seguir la discusión, pero no pienso ponerme a cuatro patas, como se requeriría para responder a otros. Asumo mis limitaciones por arriba... y por abajo.

Un texto tan sencillo como el Manifiesto es patentemente malinterpretado
Se trata, en efecto, de una cuestión política como dicen algunos críticos
Tampoco me detendré en algunos reproches que considero desenfocados. Por ejemplo, los de quienes han insistido en recordar que la lengua castellana -pujante y cada vez más extendida por el planeta- no necesita defensa ninguna. El Manifiesto confirma ese punto desde su primer párrafo y evidentemente trata de otra cosa, por lo que sólo puedo rogar a los obstinados que se molesten en leer al menos sus cinco primeras líneas. Por cierto, es curioso que en el pasado mes de julio -cuando día sí y día no se nos recordaba en todos los medios de comunicación la invulnerabilidad del castellano- la Junta de Castilla-La Mancha y la Fundación Santillana otorgasen un merecido premio a Carlos Fuentes y a Lula de Silva, "por su defensa del idioma español", según dijo la prensa. Esperé sobrecogido una lluvia de protestas o la universal rechifla ante tarea tan superflua, pero nadie dijo ni pío: por lo visto, entonces no tocaba. Otros han expresado su recelo ante el apoyo que mostraron al manifiesto ciertos medios de comunicación y personas conocidas que no les parecen con suficiente garantía de salubridad progresista: por lo visto, para ellos todo lo que no se promueve desde la izquierda oficial está políticamente "manipulado", pecado grande. Reconozco ser poco sensible ante esta grave imputación. Es la costumbre: si los movimientos cívicos más activos del País Vasco, en los que he militado, hubiésemos esperado el apoyo o tan siquiera el permiso de los medios de comunicación y los intelectuales llamados "progresistas" para ponernos en marcha, todavía estaríamos en vísperas de salir por primera vez a la calle... Aún peor: si hubiéramos escuchado luego a bastantes de ellos, aún estaríamos dándonos golpes de pecho por haber salido. De modo que miren: no.
Pero pasemos a las objeciones que merecen mayor atención. Una de las más frecuentes asegura que en cualquiera de las autonomías bilingües sigue siendo el castellano la lengua mayoritariamente utilizada por los hablantes. Personalmente no lo dudo, pero... ¿es esto un pecado? ¿Es una injusticia que debe ser corregida o una enfermedad que ha de ser curada? Por razones históricas y culturales, el castellano no sólo es la lengua común de España, así establecida constitucionalmente, sino también uno de los idiomas internacionales de mayor peso presente y futuro. Ofrece ventajas evidentes respecto a otras a los empresarios y comerciantes, a los viajeros y a quienes buscan bibliografía. Los medios de comunicación de masas suelen preferirla por razones de eficacia económica: hay inmersión lingüística en la escuela, pero no en la prensa, y La Vanguardia sigue publicándose en castellano. Se trata de una primacía práctica perfectamente razonable, no de un monopolio dictatorial: las otras lenguas oficiales siguen teniendo su debido reconocimiento y su viabilidad a todos los niveles en las áreas regionales que les corresponden. Lo que resultaría un poco raro es llamar "normalización" al empeño de corregir por las bravas, a base de prohibiciones e imposiciones, esta preferencia de tantos hablantes, bilingües o no... como si se tratase de un atropello. Puede que no haya un precepto constitucional que establezca que cada cual pueda ser educado en la lengua que prefiera -es lo que el Manifiesto propone corregir-, pero aún menos en ninguna parte de la Constitución se dice que en las comunidades bilingües la lengua co-oficial deba alcanzar forzosamente un uso igual o mayor que el castellano.
Otros de nuestros críticos (por ejemplo, el propio ex presidente Pujol, en una entrevista reciente) nos recuerdan que los niños en Cataluña conocen perfectamente el castellano, aunque estudien en catalán. Incluso podríamos añadir que en los exámenes para determinar los resultados del informe PISA, los estudiantes vascos -aunque estudien en euskera- hacen las pruebas en castellano para mejorar sus resultados. Pero nada de esto tiene que ver con el fondo del asunto. No se trata de que los niños (o los ciudadanos adultos, tanto da) sepan o no castellano: lo aprenderán sin duda de un modo u otro, como terminarán adquiriendo nociones de inglés a través de las letras de sus grupos preferidos de rock, porque se trata de idiomas de comunicación internacional cuya pujanza no podrá ser cortocircuitada por ninguna burocracia etnicista local. Pero no es lo mismo conocer una lengua de modo más o menos sobrevenido que estudiar en ella y aprovechar todos sus recursos expresivos o bibliográficos, así como utilizarla habitualmente para recibir información de las autoridades o comunicarse institucionalmente. Y lo más importante, está en juego el derecho a poder utilizar siempre que uno lo desee la lengua oficial del país del que somos ciudadanos, aun allí dónde coexiste con otras regionales. Invocar este derecho no es una reminiscencia franquista, salvo para quienes han olvidado lo que estipulaba la Constitución republicana de 1931 en su artículo 4 (bastante más perentoria y nítida al respecto que la actual). Por cierto, cuando uno ve los obtusos y sectarios que son respecto al presente ciertos adalides de la memoria histórica, entran dudas respecto a la exactitud de la visión del pasado que tratan de oficializar.
¡Ah, pero hablar de derechos lingüísticos es embrollar las cosas, según dicen algunos sabios del establishment! ¡La "demagogia de los derechos" no soluciona nada! Es mejor resolver esos temas por medio de acuerdos consuetudinarios y confiar en el sentido común. Dejemos a un lado los derechos y volvamos a los apaños: insólito consejo, por cierto, para venir de profesionales de la filosofía política... Sin embargo, perdón por la insistencia: ¿hay algún otro país en la CE -dejemos a un lado la nada envidiable Bélgica- en que los ciudadanos se vean impedidos para usar normal y culturalmente la lengua mayoritaria en determinadas regiones de su territorio? ¿no es lógico que entonces invoquen su derecho a algo tan elemental, sean cuales fueren las "costumbres" que otros tratan de imponerles?
Con todo, hay algo de verdad en la teoría de los "apaños": es cierto que en las comunidades bilingües los ciudadanos conviven y se entienden con pocos roces en las lenguas co-oficiales. Los problemas vienen cuando allí se legisla de tal modo que esa armonía se rompa para obstaculizar institucionalmente el derecho a usar una de ellas. Porque el busilis de la cuestión no es el bilingüismo, desde luego, sino el biestatismo que los nacionalistas pretenden imponer en sus autonomías. Es decir, que haya dos Estados superpuestos, el local que ellos controlan más y más, junto al general que soportan y al que sólo acuden cuando esperan beneficios. En tal empeño biestatal, la marginación de todo elemento común con el resto del país -empezando por la lengua- es una herramienta esencial. Como esencial resulta para quienes pensamos de otro modo oponernos a tal tendencia y denunciarla. Se trata, en efecto, de una cuestión política, como con rara clarividencia han señalado algunos de nuestros críticos...
Fernando Savater es catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense.

IDENTIDAD Y REALIDAD

TRIBUNA: VICTORIA CAMPS Y ANNA ESTANY
El País, martes 29 de Julio 2008

El modelo educativo de Cataluña es correcto, aunque mejorable. Y se equivoca el 'Manifiesto' al dramatizar los roces entre el castellano y el catalán. Éstos no precisan reformas constitucionales, sino sentido común
VICTORIA CAMPS Y ANNA ESTANY 29/07/2008

Se lamentaba hace unos días Fernando Savater, en una entrevista, de la falta de argumentos y, por el contrario, la profusión de insultos que ha recibido el Manifiesto por la lengua común. No le falta razón. Las políticas nacionalistas gustan de anclarse en posturas defensivas que, lejos de aportar razones y disponerse al diálogo, no ven en la crítica sino agravios y ofensas de un supuesto enemigo. Aunque quizá haya que decir también que un manifiesto no es el mejor género para provocar un debate serio y nutrido de argumentos. Sea como sea, ahí van, querido Fernando, algunas razones que ponen en cuestión tanto ciertas afirmaciones de trazo excesivamente grueso vertidas en el Manifiesto como algunos de los errores en los que incurren las políticas lingüísticas denunciadas en él. Vaya por delante que es de Cataluña de lo que hablamos, y no en general de las comunidades autónomas bilingües. Por dos razones fáciles de entender: lo que conocemos de cerca es la realidad catalana y, en este caso, las generalizaciones son injustas dadas las singularidades que caracterizan a los distintos territorios.

En materia de educación, cada individuo no puede escoger su lengua y sus contenidos favoritos
En Cataluña sólo tienen problemas los empecinados en ser monolingües, en catalán o en castellano


No hay nada que objetar, de entrada, a la afirmación inicial de que la lengua común del Estado es el castellano, el cual convive en una relación ciertamente "asimétrica" con las otras lenguas españolas oficiales. Dicha asimetría no es en modo alguno "injusta": es una realidad sin más, de acuerdo. Ahora bien, la Constitución proclama la cooficialidad de las distintas lenguas y la necesidad de que sean objeto de un "especial respeto y protección". Decidir hasta dónde deben llegar tal protección y respeto es la cuestión no resuelta ni en el interior de los respectivos territorios ni desde el Estado. No hemos acertado aún a combinar bien los dos requisitos enunciados por el filósofo William Kymlicka para satisfacer ciertos anhelos identitarios sin menoscabar al mismo tiempo las libertades individuales. A saber, a la "protección externa" que precisa una lengua minoritaria hay que añadir ciertas "restricciones internas" en el propio territorio, con el fin de impedir que se ejerza una dominación desmesurada e inaceptable sobre los ciudadanos. En nuestro caso, ni la protección del Estado satisface, ni los territorios bilingües se prestan a restringir sus ansias legislativas siendo más cuidadosos con la pluralidad que tienen dentro.
El ámbito más afectado por las políticas lingüísticas es, sin duda, el de la educación, ya que es el más idóneo para difundir y consolidar una determinada lengua. No en vano fueron los Estados nacionales los que inventaron la escuela pública con un propósito claramente unificador. Pero cuando las lenguas oficiales son dos, hay que empezar a hacer encaje de bolillos. Plantear el problema lingüístico educativo en términos de derechos no es pertinente -como escribía, en este mismo periódico, con razón, Ignacio Sánchez-Cuenca-. Pues si es indiscutible que los derechos son de las personas y no de las lenguas o de los territorios, el derecho a la educación es quizá el único que a su vez impone ciertas obligaciones a sus sujetos. Impone la obligación de aceptar unos programas comunes y homogéneos. Los Estados deciden qué hay que aprender y cuál es la lengua en que hay que hacerlo. Sería absurdo en un país cada vez más poblado de inmigrantes reclamar el derecho de cada individuo a ser educado en su propia lengua porque es la materna. Las políticas educativas no se limitan a "estimular" ciertos aprendizajes. De un modo u otro, los "imponen". Así se ha hecho, por ejemplo, y se ha hecho bien, con la discutida "educación para la ciudadanía".
Siguiendo con la educación, Cataluña optó por un modelo único, la misma escuela para todos, con dos objetivos muy razonables: a) subsanar la marginación sufrida por el catalán durante el franquismo; b) evitar a toda costa una fractura social que hubiera sido nociva para todos. El modelo es correcto, lo que no significa que no sea mejorable y que no necesite ciertos ajustes respecto a la presencia del castellano.
Una doble línea escolar, en catalán y en castellano, no sólo sería económicamente insostenible, sino un fracaso material. La lengua catalana es, hoy por hoy, la lengua de la clase dominante, la que da prestigio social (como lo fue el castellano durante el franquismo), cuando menos a ciertos niveles. Los primeros que optarían en Cataluña por la escuela catalana serían los padres castellanohablantes, por lo que representa de ascenso social para sus hijos. Son los hijos de los inmigrantes de la posguerra los que más han celebrado la existencia de una escuela catalana para todos. En cambio, los padres que viven en un entorno exclusivamente catalán quizá bendecirían esa tercera hora de castellano tan denostada por algunos políticos y medios de comunicación cercanos al nacionalismo. Y a ninguno parecería mal un mejor equilibrio de las dos lenguas. Por ello, sería conveniente flexibilizar el modelo, contrastarlo con una realidad que está lejos de ajustarse al ideal previsto, y no dejar de adaptarlo a las nuevas situaciones. Pero flexibilizar el modelo no es lo mismo que atender a los supuestos derechos de cada individuo que esté en desacuerdo con el modelo educativo. Ninguna sociedad con educación pública podría funcionar así.
El gran problema de los nacionalismos sin Estado es que su objetivo último es llegar a tenerlo. Y mientras ello no ocurre, la tendencia de los políticos nacionalistas, sea cual sea el partido al que pertenezcan, es actuar "como si" tuvieran un Estado propio, lo que da lugar a políticas, en el peor de los casos, no del todo legítimas y por lo general inútiles porque están destinadas al fracaso. Son políticas que vislumbran el ideal de una nación monolingüe, que nunca se ha correspondido con la Cataluña real ni llegará a hacerlo. Una dualidad que produce disonancias e inquietudes tanto en los partidarios de esa idea platónica nunca realizada como en los que quisieran dejarse de historias y ver reconocida tal cual es la realidad en que viven. Con la excusa, teóricamente justa, de que el catalán necesita una protección constante y sostenida, se realiza una discriminación positiva que no todo el mundo acepta ni siempre es democráticamente intachable. Así, en el día a día, nadie tiene problemas para comunicarse en la lengua que prefiere, pero la documentación que procede de la Administración pública es siempre monolingüe. A diferencia de lo que ocurre con la empresa privada, que pregunta previamente al ciudadano en qué lengua quiere ser atendido, la Administración no pregunta y lo hace sistemáticamente en catalán.
No hay problemas de convivencia en Cataluña, se ha repetido hasta la saciedad. Los hay para quienes se empeñan en vivir sólo en una de las dos lenguas, los que se niegan a aceptar que nuestro hecho diferencial es el bilingüismo. Cataluña no es Francia ni Alemania. No vale para Cataluña el argumento de que quien quiere vivir en Francia debe aprender francés y dejar su lengua de origen para la esfera privada. Aquí, mientras tengamos dos lenguas oficiales, ambas deben convivir no sólo en el ámbito privado, donde lo han hecho siempre, sino también en la esfera pública. Y hay una cierta resistencia a que así sea, un espejismo que impide ver la realidad tal como es. Pero el espejismo es exclusivamente político, no cultural. Ahí aciertan los autores del Manifiesto, pero no en dramatizar la preocupación. El problema no es más que un pseudoproblema. Que no se arregla con cambios en la Constitución -¡Dios nos libre de intentarlo!-, sino con sentido común.
La diversidad de lenguas es una maldición, según el mito babélico, pero todos pensamos que tener muchas lenguas es una riqueza que hay que preservar. Una idea, por lo demás, avalada por la investigación en neurobiología, que no duda en afirmar que crecer con dos lenguas tiene beneficios cognitivos importantes, además de preparar a la persona para el aprendizaje de otras lenguas. Pero el bilingüismo no será una riqueza si no somos capaces de abordar nuestras discrepancias con tranquilidad y ganas de resolverlas, si nos negamos a encajar las críticas y, sobre todo, si nos empeñamos en vivir de espaldas a una realidad que es mucho más compleja que la prevista por las leyes.
Victoria Camps es catedrática de Filosofía Moral y Política en la Universidad Autónoma de Barcelona. Anna Estany es catedrática de Filosofía de la Ciencia en la Universidad Autónoma de Barcelona.

lunes, 1 de septiembre de 2008

SOLBES HA VUELTO

1/9/2008

JOSEP Pernau en El Periódico

Pocas, pero bien aprovechadas. A esta conclusión ha de llegar el columnista sobre las vacaciones del vicepresidente Pedro Solbes, después de su inflexible intervención en el Congreso sobre la financiación autonómica de Catalunya. Que no se hagan ilusiones, que Madrid no transigirá. Él mismo debió de preferir dejar la soflama para el retorno, cuando el cuerpo ha recuperado frescura y vigor.Comienza un curso y comienza una nueva manera de hacer política. Aquel PP que decía que era mejor estar solo que mal acompañado ya no existe. Ahora le manda un piropo al PSOE al congratularse de que "por fin dice las cosas claras". ¿Es el PSOE el que se acerca al PP o es todo lo contrario? Si se tiene en cuenta que en julio Mariano Rajoy dio por enterrada la crispación, son los conservadores los que buscan el acercamiento. Podría decirse que tienen prisa por sellar un pacto. De ahí que hayan lamentado la ausencia de Zapatero en la comparecencia. Tal vez "haya hecho novillos", según ha precisado un portavoz en un lenguaje muy del mes de septiembre.Estaba anunciado que el otoño sería duro. Las tensiones han empezado antes de lo previsto. Ha sido un comienzo de grandes titulares, todos dedicados a Catalunya. No es que tenga la exclusiva del problema. Pero el coro de los que denuncian a la catalanidad pesetera y codiciosa está formado desde tiempos inmemoriales. Hubo un tiempo en que se miraba a Catalunya con admiración, porque, como decía una máxima, los catalanes, de las piedras hacen panes. Era un canto al ingenio creador de riqueza. Ahora lo presentan como una prueba de la cicatería catalana, que consume un pan incomible, causante de muchas dolencias digestivas que la Seguridad Social de todos los españoles ha de curar.