lunes, 5 de julio de 2010

DESAFIO Y "FLAMARADA"

LA SENTENCIA DEL ESTATUT
Desafío y "flamarada"
Antoni Puigverd
Aznar había conseguido una cosa importantísima: el abrazo entre Azaña y José Antonio
Aunque en Catalunya la sentencia estatutaria marca la agenda y aunque las palabras de María Dolores de Cospedal (cada día más puesta en su papel de dómina del sado político) parecen las más duras, en Madrid la batalla ibérica no pasa por Barcelona, sino por Lisboa. Estos días, España mantiene una batalla sin cuartel con Portugal por el control de la telefonía en Brasil. En la capital del reino conceden más importancia a esta batalla que al resultado de la azarosa y desigual partida de ajedrez estatutaria. El tono es, sin embargo, el mismo. Fíjense en el titular del diario El País de ayer: "Portugal desafía a la UE y a España al vetar la venta de Vivo a Telefónica". Desafío es una palabra que en Madrid se pronuncia con frecuencia y delectación.

El primer y gran error del azaroso proceso estatutario fue no entender que la España de matriz castellana que Aznar reconstruyó con formidable vigor esperaba el "desafío" catalán para librar una batalla decisiva: la batalla de la reconversión definitiva de España en Francia. La aparición del tripartito es consecuencia del crecimiento de ERC y tal crecimiento es expresión de un rebote sentimental que se vivió en Catalunya como reacción a la España aznariana. En aquellos años todo quedó afectado por Aznar: CiU fue víctima del pacto del Majestic, el pacto del Tinell demonizó al PP para expulsar con moralina a CiU y el viaje estatutario empezó siendo, en realidad, una competición infantil entre partidos que pugnaban por expresar su fervor cuatribarrado. Los partidos catalanistas repetían lo que Amadeu Hurtado bautizó en los meses previos al vergonzoso fiasco de octubre de 1934 como "la flamarada". Y no pudieron darse cuenta de que, incluso después de su abrupto y estrepitoso final, Aznar había conseguido en España una cosa importantísima: el abrazo entre Azaña y José Antonio. En efecto, las élites españoles de matriz castellana, sea cual sea su origen familiar, participan hoy en día de la misma ilusión: una España a la francesa, un Madrid parisino, el papel importante en el concierto de las naciones y un final feliz para Azaña y José Antonio, que finalmente se reconocen, se perdonan y descubren lo mucho que comparten (entre otras cosas, el hartazgo de la insoportable excepción catalana). El juez Aragón y el intelectual Savater quizás votan todavía izquierda, pero comparten esta visión.

La obligación del débil es ser más inteligente que el fuerte, pues la victoria sólo se obtiene gracias a la fuerza o a la astucia. Los partidos catalanes no actuaron con inteligencia aunque, a la espera de la letra pequeña, el resultado de la partida estatutaria, puede no haber sido malo. La crisis habrá sido la gran aliada: los jueces no se han atrevido a añadir toda la leña al fuego que deseaban. El mal menor, si se confirma, exigiría por una vez - ¡al menos por una vez!-no más ruido, sino algunas nueces de astucia.

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