Pilar Rahola La Vanguardia 28-11-09
¿Nos creemos la unidad catalana? El balón está ahora en el campo político, ¿defraudarán como siempre?
Una de las señas de Catalunya es el estilo San Bernardo que nos caracteriza. Pareceremos poderosos y nuestro ladrido resuena allende las montañas, pero somos gente de calma ancestral, muy dada a la bondad del pacto. Probablemente esta naturaleza profunda, que representa una virtud de nuestra historia, ha sido vista, también históricamente, como una debilidad. Además, los siglos sin poder de Estado nos han empequeñecido el alma, y han rebajado nuestro sentido estratégico. Más provincianos y más dispersos, los catalanes no hemos sabido aprovechar los momentos de deshielo político, para consolidar una soberanía presentable. Nuestra inteligencia estratégica lo tiene todo por envidiar, a la inteligencia vasca. Si añadimos, finalmente, la tendencia cainita que adorna nuestro ADN, y que nos ha llevado a una incapacidad endémica para mostrar una cara unitaria en nuestras reivindicaciones, tenemos el retrato preciso de nuestra debilidad como nación. Y ellos lo saben. Los que durante los siglos de toma y daca entre la España irredenta y la Catalunya protestona llevaron las riendas de las grandes negociaciones, conocían perfectamente nuestro carácter diletante y supieron ahondar en nuestras fracturas internas. Unamuno lo definió con desdén al decir que a los catalanes les perdía la estética, y Ortega y Gasset añadió que España no debía preocuparse demasiado, porque el problema catalán no se resolvía, se "conllevaba".
Y de eso se trata en España, de no preocuparse más de la cuenta. Mirando con lupa las reacciones castizas al editorial catalán, vemos algo significativo. Por supuesto, mucho grito, mucha declaración pidiendo la cabeza de Jovellanos - ¿será que a la España irredenta siempre le da por perseguir a los afrancesados?-,mucha Brunete ideológica campando por los micrófonos del madroño. Y, por supuesto, una delirante defensa de la "unidad de España", como si el pobre Estatut fuera la Constitución de la República Catalana. Pero perdido entre el ruido, laten los puñales más certeros: la idea de que este editorial no cambiará nada, porque Catalunya no asusta, ni tan solo cuando hace algo tan insólito como ir a una. El Mundo ya lo dejaba ayer claro cuando afirmaba que en el Constitucional ni hablaron del tema. ¿Por qué? Porque no se creen la unidad catalana.
La cuestión es ¿nos la creemos nosotros? Y con nosotros, me refiero al ámbito político. Si no ocurre nada en lo político, y nuestros líderes no son capaces de emular la unidad de periódicos y sociedad civil, eternamente enfrascados en sus batallitas de café, entonces la debilidad será definitiva. Porque este editorial es buenísimo, si sirve como catalizador de voluntades. Si es la enésima muestra de un fracaso, resultará un desastre. El balón está, ahora, en el campo político. ¿Defraudarán como siempre?
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sábado, 28 de noviembre de 2009
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