domingo, 29 de noviembre de 2009

CATALUNYA, LA DEMOCRÁTICA

CUADERNO DE MADRID

No, no hemos chocado con España; hemos colisionado con el macizo de la raza y la olla exprés madrileña


Enric Juliana | 29/11/2009 | Actualizada a las 03:31h | Política
Tras intensas pesquisas, el comisario Arcadi Espada ha llegado a la conclusión de que el editorial titulado "La dignidad de Catalunya" fue redactado por El Notari y L´Emprenyat.

Así lo reportaba ayer el diario El Mundo. Casi a la misma hora, la cadena Ser atribuía al conseller Joaquim Nadal - es decir, a los aviesos despachos de la política - la inspiración del texto que tantos furores esta semana ha levantado. (Frío, frío).

Mientras nuestro inquieto Maigret y la Ser se ponen de acuerdo sobre la hora, el lugar y el grado de culpabilidad de los sospechosos, L´Emprenyat (un servidor) y el Notari (Juan José López Burniol) preparan el hatillo - ¿Soto del Real?-,porque hay que dar la cara. El texto tiene autor (los doce diarios que lo publicaron), y lógicamente ha tenido quien lo esboce. Son las cuatro de la madrugada, el foco nos ciega, hemos agotado los cigarrillos y el hábil interrogatorio nos recuerda no sé qué artículo del Código Penal. Confesamos. ¿Dónde hay que firmar, comisario Creix?

Burniol es buen amigo, un gran profesional y una persona íntegra. A mí ya me conocen. Un día, creo que en el 2003, acuñé lo del català emprenyat, y el personaje comenzó a ir de aquí para allá como una pelota de goma. Intentaba describir - antes del advenimiento del primer tripartito-el surgimiento en Catalunya de un malestar persistente, muy parecido al crónico disagio que hace veinte años inundó el valle del Po, en el norte de Italia. Desde entonces el català emprenyat no ha dejado de perseguirme, y el comisario ahora melo endosa con unas gotas de vitriolo. Gazielet me llama. Imagínense, todo un honor para un chico criado entre la playa y la térmica del Besòs. Los del Pont del Petroli sabemos leer lo que hay detrás de un agudo resentimiento.

A los hechos, que decía Ortega. La furibunda reacción de una parte de la prensa de Madrid ha engrandecido un editorial que no amenaza a nadie. ¿Acaso es una coacción recordar a los jueces que los pactos políticos deben ser tenidos en cuenta y que la prudencia es la máxima virtud jurídica? Agigantado por sus detractores - muchas gracias-,el texto, que evidentemente no rehuye la eficacia retórica, invita a levantar la cabeza y recuerda al equilibrista José Luis Rodríguez Zapatero que con el asunto del Estatut no hay escaqueo posible. Quien prometió tanto en Barcelona no puede poner las luces intermitentes cuando vienen mal dadas. Quizá tenía que haber leído primero La velada en Benicarló de Manuel Azaña, editada y prologada en 1974 y el 2005 por Manuel Aragón, el magistrado progresista al que le duele España. El verso suelto del Tribunal Constitucional es azañista: no jacobino. El Estatut depende ahora de su voto y del eco del presidente que no pudo evitar la Guerra Civil. El peso de las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Los catalanes lo sabemos bien.

Hay un hartazgo. Ni una, ni dos, ni tres dosis de George Lakoff modificarán el marco mental de la gran mayoría de los catalanes sobre este asunto. No somos la simple reserva electoral del nordeste. La disyuntiva o Yo (Zapatero) o Barrabás (el PP) se está agotando en Catalunya, aunque la España iracunda se esfuerce en evitarlo.

A los hechos. Mariano Rajoy no se ha sumado al cortejo de los furiosos y ayer se lo recriminaban. En Aragón y en la Comunitat Valenciana, el sismógrafo apenas se ha movido. Calma en el resto de España. Es preciso tener estos días una noción clara del alcance de la colisión. Hemos chocado con el macizo de la raza, que decía Dionisio Ridruejo, y con el epifenómeno madrileño: esos cuatro diarios que compiten nerviosamente por su público más radical. El centro secuestrado por la extrema derecha.

Los entusiasmos también deben ser leídos con cautela. Son significativos, pero volátiles. Lo más importante es que Catalunya ha vuelto a demostrar estos días que es una de las sociedades más democráticas - más horizontales-de España. Es así y no hay por qué callarlo. Seis partidos en el Parlament, como en Holanda, un asociacionismo que aún es intenso, la ausencia de grandísimas oligarquías económicas, una Iglesia católica no autoritaria y una tradición mesocrática que configura un sistema específico, con idioma propio. Catalunya es democrática y no está enferma, por muchos que sean los problemas, los millets y las desafecciones.

No, no hay que callarse. Por lo tanto, Espada, gracias por la delación.

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