Pilar Rahola añadiendo leña al fuego.
PB
¿Qué más necesitan los Sala y los Gay Montalvo para encontrar una salida honrosa y dimitir?
Fracasa el trío de la Maestranza", sentenciaba ayer Enric Juliana, con buen tino. El trío eran los tres del Constitucional, amigos y residentes en la misma visión de España, amantes de las corridas de toros, y responsables de la peor ponencia del Estatut de todas las que han amenazado la moribunda Carta Magna catalana. Pero ni esta triunfó, ahogada en el pantano de las cuitas ideológicas que enlodan el desprestigiado tribunal. Es decir, ni un azañista convencido "del peligro catalán" y dos extensiones cósmicas de los sueños imperiales fueron capaces de conciliar un consenso básico. Y así, a la sexta, el tribunal volvió a perpetrar un sentido homenaje al esperpento valleinclanesco, hundido en su propia ineptitud. ¿Qué más necesita la presidenta María Emilia Casas para darse cuenta de que preside un tribunal desacreditado? ¿Qué más necesitan los Pascual Sala y los Eugeni Gay Montalvo para encontrar una salida honrosa a tanto despropósito, y dimitir de una vez? ¿Qué más necesita el tribunal entero para asumir que no es capaz (ni quizás es pertinente) de sentenciar toda una ley de leyes, nacida con el consenso de los órganos democráticos existentes? ¿En qué momento este tribunal pasó de ser un organismo que estudia aspectos técnicos de las leyes a convertirse en una especie de cuarta cámara que entraba en la locura de querer debatir el marco legal de todo un territorio? Y, visto lo visto, ¿aún no han llegado a la conclusión de que deberían declararse incapaces para debatir tamaña cuestión? Como no soy amante de los toros - muy al contrario-no acostumbro a usar su barroca retórica, pero algunos que abundan en dicho y tortuoso gusto, deben saber lo que es la vergüenza torera, cuya virtualidad pasa por una cierta dignidad de las actitudes. Dignidades que el tribunal, en su conjunto, perdió hace tiempo.
Ahora quieren correr, y para ello han cambiado el paso. Doña Emilia, cuyo encono en salvar no se sabe qué - porque es evidente que haga lo que haga el prestigio del tribunal es insalvable-sería encomiable, si no fuera patético, plantea la más temida de las opciones, poner la lupa artículo por artículo, discutir los acentos y las intenciones, y, por el camino de pasearse sobre la voluntad de los catalanes, buscar consensos menores que permitan el inalcanzable consenso mayor. Si lo uno era Guatemala lo otro es Guatepeor. Porque artículo por artículo, los ideológicamente más irreductibles van a ponerse las botas, y al final del Estatut no quedará ni el esqueleto. Pero no del Estatut que se debate. No quedará ni el esqueleto del Estatut de 1979, porque en esas están sus señorías. Aprovechando el Pisuerga del nuevo, para destripar las entrañas del viejo. Si nos descuidamos, estos señores van a cargarse el consenso de la transición política. Porque no es que no tengan vergüenza torera. Es que parecen haber perdido la vergüenza.
La Vanguardia 21 5 10
viernes, 21 de mayo de 2010
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