DESFACHATEZ RAMPANTE
Ramon Solsona
La desfachatez se ha convertido en un hábito muy castizo, muy nacional
Que todo es según el color del cristal con que se mira es verdad cuando hablamos de política, de religión o de fútbol, tres asuntos de la máxima seriedad en los que el prejuicio vence fácilmente a la razón. Yo soy parcial, no lo niego, pero no mentecato. Me niego a aceptar que la delirante tramoya de los últimos días sea sólo futbolística.
Los lunes, después de la pasión del fin de semana, los nervios deberían estar templados, pero no es así. No se me escapa que la rivalidad calificada de eterna tiene tics simétricos y que tanto los lloros como los alardes de allí son idénticos a los de aquí. Pero nunca se había ido tan lejos a la hora de inventarse una conspiración. La cosa está que arde y salimos a incendio diario, lo cual no sería tampoco una novedad si no fuera porque el busilis supuestamente inflamable es de lo más necio.
Es opinión muy extendida que los partidos del Barça retransmitidos por cadenas nacionales - públicas o de pago-tienen tradicionalmente un sesgo anti. No siempre, claro, pero a menudo se percibe un tonillo en los locutores que delata sus deseos ocultos. Se me dirá que el tonillo es etéreo y subjetivo, es cierto, pero el sesgo anti es ya un estilo televisivo. Abundan las repeticiones a cámara lenta desde varios ángulos para demostrar a) que el Barça marca casi siempre en fuera de juego y b) que los árbitros le perdonan un sinfín de penaltis. En cambio, los hachazos que reciben nuestros estilistas merecen pocos replays. Eso es objetivo y comprobable.
Pero hay más. Según cuentan, mientras el Barça jugaba el otro día contra el Getafe la página web de un diario deportivo capitalino iba dando la crónica... ¡de un robo! Hablamos de empresas periodísticas que van más allá del forofismo y falsean la realidad en directo. Manipular unas líneas virtuales en la pantalla para que una geometría trucada demuestre un fuera de juego del Barça es una indecencia, pero eso no importa en el guirigay de la España gritona que se asoma todos los días al televisor.
La desfachatez se ha convertido en un hábito muy castizo, muy nacional, frente a la insufrible manera de ser y hacer de los catalanes. A fuerza de repetir y repetir que aquí se persigue el castellano, que robamos a los españoles o que las leyes de nuestro Parlament son más fascistas que las del franquismo, se ha inventado una Catalunya monstruosa. Que la calle del archivo de Salamanca cambiara el nombre de Gibraltar por calle del Expolio, en clara referencia a Catalunya, es sólo una cuenta de un rosario de injurias que están bien vistas puesto que alertan a España del peligro catalán. El cinismo cunde, a ver quién la dice más gorda. Miente, difama, que algo queda. Todo vale porque todo acabará siendo verdad. Luego se rasgan las vestiduras si crece el independentismo.
El terremoto mediático que cambia la realidad del Barça por otra a medida de quien la diseña tiene su epicentro en un Madrid muy ensoberbecido. Hemos visto campañas políticas de gran ferocidad que daban por ganadas unas elecciones sólo porque habían conseguido crear en la capital un ambiente tóxico, irrespirable. Pero la Puerta del Sol no es el ombligo del mundo y luego pasa lo que pasa. Añadan a estas consideraciones el triste guiñol de los políticos incapaces de conversar y de razonar. Tú dices blanco; yo, negro. Toma, toma y toma. Si la vida pública ya sólo consiste en tirarse del moño, qué no ocurrirá en el azaroso mundo del fútbol.
Permítanme acabar con un contrapunto positivo. El jurado que concedió a Ramon Besa el premio de periodismo deportivo Manuel Vázquez Montalbán valoró, entre otros méritos, "su opinión ponderada y serena". No sé si la ponderación y la serenidad son suficientes para desarbolar tanta patraña venenosa, pero el cinismo se queda en cueros frente a la sensatez, la opinión razonada y el periodismo de calidad. (La Vanguardia 12-02-10)
viernes, 12 de febrero de 2010
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