viernes, 26 de junio de 2009

DISCUTIR COMO AYER

Antoni Puigverd
¿Viejas polémicas catalanas para responder a preguntas económicas de hoy?
La discusión que han mantenido mis admirados Francesc de Carreras, Toni Soler y Jordi Barbeta, a propósito de la gestión del aeropuerto de El Prat, demuestra que todavía tardará algún tiempo el periodismo catalán en tomar conciencia del agotamiento de la narración que ha centrado los últimos treinta años. Soler y Barbeta, efectivamente, cayeron en el prejuicio de confundir la referencia de De Carreras a la Generalitat con una referencia a Catalunya y aprovecharon la ocasión para ironizar sobre sus posiciones. Pero De Carreras describe las relaciones de poder en España en términos abstractos o jurídicos: como si no existieran intereses en disputa, como si no estuviera en juego mucho que perder o que ganar para todos los catalanes, sea cual sea su sentimiento, cuando hablamos de la gestión de un aeropuerto, un instrumento fundamental de la política económica en la era global, según han explicado tantas veces en nuestras páginas Pedro Nueno y Germà Bel. De Carreras usa expresiones aparentemente objetivas que sólo pueden valorarse subjetivamente: "el reparto de competencias (…) debe hacerse por razones de eficacia".

Asistimos, de un tiempo a esta parte, a una nueva idealización tecnocrática. Sucede siempre que la política entra en crisis de confianza. La gestión administrativa adquiere, por contraste, un aura de "asepsia" y "neutralidad". Lo técnico, especialmente en los añejos pasillos del Estado, no estaría "contaminado" por lo político (ni por lo sentimental, siempre sospechoso de obsceno interés o irracionalidad). Sólo en un caso la tecnocracia estaría contaminada: la Administración autonómica. Mientras todo el mundo se rasga las vestiduras (yo el primero) por los excesos suntuarios de las autonomías (trajes, coches o viajes), nunca los medios sospechan de los excesos de la Administración del Estado. Ysi, como sucede ahora, se revelan supuestos gastos faraónicos del director de lo servicios secretos (CNI), no se cuestiona la funcionalidad del sistema: se cuestiona al personaje, pretexto en realidad, de la enésima batalla por el control del poder central.

Planteada en los términos de mis queridos colegas, la polémica sobre la gestión del aeropuerto confronta inútilmente dos prejuicios. Pero el tiempo de este dilema ya ha pasado. La gestión de Aena, técnicamente impecable, responde a una visión radial de España, que bloquea la conversión de Barcelona en nódulo de la red global y, por lo tanto, la provincializa económicamente. Infinitamente más decisivo que un poco más o menos de nación en el Estatut era, por lo tanto, la cuestión del aeropuerto. La narración política todavía da vueltas a la noria sentimental, pero los cambios en la estructura económica de España deberían suscitar en todos los catalanes, piensen o sientan como De Carreras o como Soler, una reflexión: Si nos interesa defender hoy la potencialidad de Barcelona, ¿qué hay que hacer?
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La vanguardia. 26-6-09

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