Màrius Carol lv 13 2 11
Es una pesadez que Catalunya sea el pimpampum que una a tantos mediocres
Ojalá que llueva café en el campo, cantaba Juan Luis Guerra, hace unos años, seguramente inspirándose en este país, que ha defendido el café para todos, a pesar de que sólo unos pocos aspiraban a servirse su taza. Esta semana hemos asistido a una situación kafkiana que demuestra que el exceso de café no sólo puede alterar el sueño, sino también perturbar el cerebro. Mas se entrevistó con Zapatero con el objetivo de que permitieran endeudarse a la Generalitat para refinanciar su propia deuda y, al minuto siguiente, salieron como posesos responsables de las otras 16 comunidades. "Aquí, si se endeuda Catalunya, nos endeudamos todos", han venido a decir. Del socialista Barreda a la popular Cospedal, del moderado Gallardón al populista Revilla, pusieron el grito en el cielo, pidiendo endeudarse y denunciando privilegios. E incluso una reliquia del pasado como Rodríguez Ibarra se permitió metáforas del estilo de "cuando los catalanes van a Madrid, siempre cazan algo", tropo de ficción que sólo se entiende si quien más que construir una región ha levantado un coto de caza. Hasta el portavoz de Navarra, que tiene unos fueros que suponen privilegios incuestionables, se atrevió a sumarse al coro de mendicantes. El café para todos perjudica seriamente la salud.
Cuando hace unas semanas Aznar dijo que el actual Estado de las autonomías era inviable, Duran Lleida reconoció que seguramente tenía razón, pero le recordó que era el igualamiento de las regiones a las comunidades históricas lo que, a la larga, había hecho el sistema imposible. El sistema ha aportado equilibrio, pero en estos tiempos genera inestabilidad, porque los que más pagan se están empobreciendo y los que más reciben se permiten lujos insostenibles, y encima vociferan. Lo que no pasa en los länder alemanes sucede en este país de las maravillas. La deuda contable de Catalunya es de algo más de 7.000 millones, y el déficit fiscal es el doble; dicho de otro modo, si los catalanes dispusieran del concierto económico, tendrían un superávit en su cuenta de resultados que no les obligaría a recortar el presupuesto y el bienestar.
Es una pesadez que la política española no salga de su sima y que Catalunya sea el pimpampum que une a tantos mediocres. Alguien debería explicar por qué los mismos que hacen determinados discursos sobre la voracidad de los catalanes no discuten el concierto vasco. No se entiende que el PSOE o el PP lo defiendan para Euskadi y lo rechacen para Catalunya.
La única nota optimista es que, por una vez, hubo cierta unidad en el Parlament. Sánchez Camacho se puso al lado del Govern, argumentando que endeudarse no es ningún privilegio y que Mas había hecho lo que tocaba. Socialistas y republicanos también apoyaron la medida. IC tocó el violín. Son los efectos de los rayos gamma del anticiclón sobre las margaritas.
miércoles, 23 de febrero de 2011
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